sábado, 21 de noviembre de 2009

Perdón, Sigi...¿qué?

Todo empezó el primer día de Kinder en el colegio. La profesora llamó a lista y no escuché mi nombre. Temiendo haberme equivocado de salón, levanté la mano y le dije mi apellido. Ella buscó y sólo encontró un tal “Sigifredo Meza”, que obviamente no era yo. Asumiendo que era un malentendido de la secretaría del colegio, dejamos así por el resto del día de clases. Cuando le conté el incidente a mi mamá por la tarde, me sorprendió su reacción. Yo esperaba que se pusiera lívida de la indignación, o por lo menos que se burlara de lo brutos que eran en ese colegio, pero no...

Me explicó que así era mi primer nombre, sólo que a mí toda la familia me había llamado desde siempre “Andrés” a secas. Además la profesora no usó los dos nombres como para al menos darme una pista, sino que sólo leyó el primero (detestable costumbre que me persiguió hasta que me lo quité). La escena de la revelación de ese oscuro secreto familiar fue como la típica donde le confiesan al niño adoptado que sus padres biológicos son asesinos seriales, pero que fresco, que igual lo quieren mucho, bla, bla, bla. El hecho es que por el resto de la Primaria siempre conté con la tácita solidaridad de las profesoras que cuando llamaban a lista sólo usaban el nombre cuando hubiera más de un estudiante con el mismo apellido. Entre nosotros también nos identificábamos únicamente por el apellido, por lo cual era aterrador llamar a la casa de Galvis y sentir ese sudor frío que recorría la espalda cuando nos preguntaban “¿cuál de todos?” y caer en cuenta de que no tenía ni idea de cuál podría ser su nombre de pila.

Pero todo cambió cuando entramos a Bachillerato. Ahora los profesores eran insensibles a sutilezas como el trauma potencial que podrían infligir a un niño al marcarlo en público con un primer nombre como el mío. Ya estábamos en la época en que era MUY importante desarrollar una identidad propia y se consideraba incluso una falta de respeto llamar a alguien por su nombre y apellido normalitos. Era casi tan de mal gusto como regalarle a una amiga un bono de supermercado en lugar de tomarse el tiempo de averiguar qué le podría gustar. Cual vil cartel de narcos o columna guerrillera, en mi colegio reinaban los alias.

Obviamente me salvé de que me llamaran “cuatro-ojos”, “culo e’ botella” o algo peor por mis gafas: con un primer nombre como el mío no era fácil inventarse un apodo más ridiculizante o cruel. Otros no tuvieron tanta suerte. De haber estudiado entre mujeres, a Restrepo Cucalón máximo le hubieran dicho “Restre”, pero como tuvo la mala fortuna de caer en mi colegio, hubo un acuerdo tácito, unánime y demoledor de llamarlo desde entonces y por siempre “Cuca”. Y ya se imaginarán cómo quedó el apellido de Vergara después de la respectiva re-ingeniería.

Cuando llegué a la universidad me quité el primer nombre (un breve trámite ante notario), pero evitaba cuidadosamente a los ex compañeros de colegio para no revivir el apelativo que esperaba olvidar. Me sentía como esos ex convictos que ya pagaron la condena y no tienen cuentas pendientes con la justicia pero que prefieren no contar para que no los miren raro. Obviamente me convertí en víctima de innumerables chantajes, todo con tal de que no contaran ese oscuro secreto de mi pasado, especialmente por un amigo de El Clavo llamado Augusto. Con tan enorme rabo de paja, no sé cómo ha sido tan descarado.

En fin, de todo esto aprendí que es buena idea bautizar a los hijos con dos nombres para que se defiendan con el que más les guste (o que menos les incomode) hasta que tengan edad para cambiárselo. Bautizar a un hijo con un único nombre súper original es como arrojarlo a los lobos maniatado y amordazado, cosa que no pienso repetir. Más ahora que ya alguien se me adelantó y me quitó la idea de bautizar a un hijo con el nombre de “Automan”.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Arte, artesanías y la necesidad de correr riesgos

En un debate sobre literatura y entretenimiento la periodista cultural Marianne Ponsford declaró que no pensaba perder su tiempo leyendo, por ejemplo, a Paulo Coelho. Un asistente ofendido le preguntó si ella pensaba entonces que los millones de fans de Coelho son seres alienados (¿sabría el asistente lo que significa la palabra?) por disfrutar de un trabajo que es considerado de poco a ningún valor por parte de la crítica. Aunque ella, con enorme gracia y diplomacia, en pocas palabras le respondió que sí, creo que quedó otra pregunta en el aire. ¿Por qué si a tanta gente le gusta este tipo de trabajo, los críticos son insistentes y consistentes en pordebajearlo? ¿Será acaso que Paulo Coelho y Deepak Chopra son genios incomprendidos que serán reivindicados por la crítica cultural en el futuro?

          Aquí creo que cabe distinguir el arte de la artesanía. Para mí, una obra de arte es aquella que logra conmover al espectador, generar en él alguna emoción, ojalá la misma que tenía el autor en mente (me parecería tenaz que la gente se ría con un drama o salga deprimida de ver una comedia). Pero la obra de arte no se queda allí. Además propone algo nuevo, una perspectiva o una manera de hacer las cosas que no se haya intentado antes, ampliando las fronteras de lo conocido. En palabras de William Ospina, el otro invitado al debate, la obra de arte cuestiona, pone en perspectiva, enriquece la relación que yo como espectador tengo con la realidad.

          ¿Entonces, por poner un ejemplo, las chivas de cerámica que los turistas se llevan de recuerdo son obras de arte? Para muchos, estas piezas generan nostalgia en quienes las llevan, además de cierto placer estético, con lo cual estarían cumpliendo con aquello de conmover al espectador. Es más, muchos artesanos igualan (sino es que superan) en habilidad técnica a aquellos que han recibido una formación artística, con lo que la calidad del producto final no es un parámetro definitivo para distinguir una obra de arte de una artesanía.

          Sin embargo, cada una de estas piezas repite la fórmula ya probada (y seguramente refinada por generaciones de artesanos) que tuvo éxito la primera vez. No se corren riesgos al hacer una nueva obra y por el contrario se privilegia el apego a la tradición con mínimas variaciones, precisamente por miedo a fracasar donde el modelo ya probado ha triunfado tantas veces. Eso es lo que yo percibo con muchas obras de Hollywood o de literatura de aeropuerto: están muy bien producidas y mercadeadas, pero repiten la misma fórmula de siempre. ¿El resultado? Que yo como espectador puedo interactuar con estas obras y pasar un rato entretenido, pero mi vida no va a cambiar después de haberlo hecho.

          ¿Significa eso que las artesanías son malas? No necesariamente. Estos son productos que están diseñados para satisfacer una necesidad, y son muy buenos haciéndolo. La prueba es que Dan Brown con su “Código Da Vinci” rompió todas las marcas de ventas registradas en la historia de la literatura, así que al tipo hay que reconocerle que algo debió haber hecho bien. Por otro lado, yo no creo que a este autor o a Deepak Chopra o a Paulo Coelho los trasnoche que no los estén considerando para el Nobel de Literatura, o que sean unánimemente despreciados por la crítica especializada. Ellos dan a sus lectores lo que éstos quieren y ven crecer su cuenta bancaria, exactamente lo que se propusieron. Son los críticos quienes se preocupan de que a estos artesanos los llamen artistas, no los autores o sus lectores.

          Pero volviendo a la pregunta, si lo importante en el arte es proponer cosas nuevas, ¿cómo se logra? A través de la experimentación. Por eso es tan importante correr riesgos, salirse de lo conocido y ver qué funciona y qué no. Los verdaderamente talentosos tendrán más aciertos que fracasos, pero nadie se salva de equivocarse alguna vez. Incluso a William Ospina todavía le pasa que al mostrar un nuevo texto a un amigo lector le digan "¿No te da pena? ¡Qué cosa tan mala la que acabas de escribir!". Quién sabe, de pronto lo que hoy es considerado desagradable o impopular, sea la norma para las audiencias del futuro.

viernes, 11 de septiembre de 2009

El derecho a cagar dignamente

Mucho se ha hablado del derecho al trabajo, a la vida, a la libre expresión, incluso a morir dignamente. Pero es escandaloso que nadie se haya preocupado por el derecho más fundamental de todos: el derecho a cagar dignamente.

          Me parece fundamental porque en plena adolescencia sufrí un episodio tan aterrador que no se lo deseo ni a Chávez: me dio estreñimiento crónico y durante 11 días me fue imposible hacer uso del 'trono'. Ya podrán imaginar mi angustia: estando imposibilitado para evacuar lo que tenía que salir, cual niña anoréxica me negaba a comer para que no entrara nada que agravara la situación. Por los pasillos del colegio me arrastraba pálido, sudando frío, con los pelitos de la nuca erizados. A la semana ya parecía desplazado etíope: flaco y ojeroso, pero con una panza templada y perfectamente esférica. Pero lo peor de todo es que el baño de mi casa dejó de ser ese refugio de lectura y relajación para volverse el escenario de mis peores pesadillas.

          En vista de que el médico de la EPS sólo se burlaba de mi cobardía y me recetó simplemente que comiera banano, tuve que recurrir al tío médico. Una bolsa de lavado intestinal obró el milagro y fui libre de nuevo. Por eso propongo que La Corte Penal Internacional incluya en los cargos a la guerrilla las penurias por las que hacen pasar a los secuestrados cuando deben hacer del "número dos". También que los corruptos que se roban el papel higiénico de los colegios públicos sean condenados a ahorcamiento en plaza pública. Nadie debería verse privado del nirvana que experimenté cuando por fin pude asumir de nuevo la posición de super saiyajin en el mueble principal del baño. Juro que nunca fui tan feliz, ni siquiera cuando Gokú llegó a Namekuseí.

lunes, 20 de julio de 2009

Gracias a Simón Bolívar y su parche es que Harry Potter no habla en español de España

Hace muchos años, cuando Villabobos (el locutor Alejandro Villalobos) trabajaba en Radioactiva, hizo un comentario que no logré olvidar, como sí pasó con otros profundos comentarios de un intelectual de semejante talla: "Ojalá no nos hubiéramos independizado de España... ¿se imaginan los conciertos que vendrían para acá?".
          Me perturbó que el tipo jurara que por seguir siendo gobernados desde España hubiéramos seguido siendo tratados como españoles, felices espectadores de los conciertos de Madonna y The Rolling Stones. Y peor aún, hay gente que todavía se pregunta si no hubiéramos estado mejor "dejando así".
          Pero bueno, no son los únicos. Hace poco más de 200 años, la gente por acá era como un adolescente que hace pataleta porque no lo dejan estudiar música en vez de medicina (o porque no lo dejan llegar tarde de rumbear, o hacerse un piercing en la lengua), y que ya entrado en gastos pues acaba es yéndose de la casa. Algo parecido pasó en la Nueva Granada. La consigna era "Viva el Rey y abajo el mal gobierno", con lo que nuestros ancestros mostraban su rechazo a los representantes del gobierno puesto por Napoleón en España a cañonazos. Sin embargo, la idea de rebelarse contra un gobierno ilegítimo hizo reflexionar a la gente sobre las ventajas de no depender de las decisiones tomadas al otro lado del charco sin tener en cuenta nuestros intereses. Y ahí fue cuando Nariño, Santander, Bolívar y el resto de su parche se la jugaron para arrebatarle el poder a los españoles.
          La cosa es que para la gente del común las condiciones no cambiaron mucho: durante el dominio español, los altos cargos públicos sólo podían ser ocupados por españoles ricos, mientras que después de la independencia esos cargos sólo podían ser ocupados por... criollos ricos. Es decir, que a menos que se fuera rico, las desigualdades sociales seguían casi inalteradas independientemente de dónde se tomaran las decisiones.
          Sin embargo, estoy convencido de que sin la lucha por la independencia podríamos estar mucho peor. Es como el hijo que a los 35 años todavía vive donde los papás, a quien le toca comer todo sin sal porque los papás sufren de la tensión y todo lo hacen simple para satisfacer la necesidad de ellos, no la del hijo. En cambio, así se pase hambre, vivir fuera del dominio de los papás obliga a la gente a preguntarse qué le gusta y a esforzarse por mejorar sus condiciones de vida, sin esperar a que los papás hagan ese esfuerzo por uno.
          Volviendo a nuestro caso, basta ver el caso de Cali o Barranquilla. Mientras Cali era una provincia gobernada desde Popayán y Barranquilla lo era desde Cartagena, eran asentamientos menores, sin mayor relevancia en el ámbito nacional. Una vez se convirtieron en capitales de sus respectivos departamentos lograron superar en riqueza y población a la ciudad de la que dependían antes. Algo similar pasó con Ciudad de Panamá. No voy a ser tan ingenuo como para afirmar que en Cali se vive mejor que en Popayán, pero sí hay que reconocer que en Cali hay más opciones y oportunidades para quien quiera aprovecharlas.
          Por otro lado, un imperio tan grande como el español hubiera exigido con el tiempo una jerarquía más vertical, que el control de la corona fuera todavía más férreo y reacio a la innovación, como lo que le pasa a organizaciones tan grandes y desperdigadas como IBM o la Iglesia Católica. En cambio en las organizaciones pequeñas se pueden dar el lujo de ser informales y abiertos a la iniciativa privada sin que se forme necesariamente un despelote, como pasa en algunos países pequeños como Singapur o Irlanda.  Y como yo prefiero trabajar en una organización pequeña donde siento que aporto y que hay capacidad de reacción ante las necesidades de la región, creo que nos va mejor habiéndonos librado del gobierno por control remoto de la monarquía española. Si con Uribe haciendo de alcalde honorario cada semana no se ha logrado que se solucionen los problemas de las provincias, ¿se imaginan que las decisiones no se tomaran en Bogotá sino por allá en Madrid? Ahí sí que es cierto que Harry Potter and the Half-Blood Prince sólo la traerían doblada en el ininteligible español de España.
          Así que volviendo al caso hipotético sugerido por Villabobos, de haber seguido bajo el dominio español, las posibilidades de que Madonna o The Rolling Stones vinieran a Bogotá o Cali son las mismas de que, habiéndonos independizado, llevaran Harry Potter and the Half-Blood Prince subtitulada a Quibdó o Puerto Carreño. Más importante todavía, de haber seguido como súbditos españoles hubiéramos seguido siendo ciudadanos de segunda categoría en nuestra propia tierra. Puede que muchos sintamos que el inquilino del Palacio de Nariño se comporta como dueño y no como empleado, o que el remedio que está aplicando es peor que la enfermedad que prometió que iba a curar, pero al menos la decisión de ponerlo allí, buena o mala, fue nuestra y no la de alguien por allá en España.
          Ya nuestros ancestros pagaron con sudor, lágrimas y sangre nuestra independencia de España. Ahora nos toca a nosotros proponer e implementar opciones políticas, económicas y sociales que garanticen para nuestros descendientes la independencia de Estados Unidos, "la FAR", las multinacionales y en general todo poder externo que quiera manipularnos en contra de nuestros propios intereses.  Así que aunque falte mucho, algo se ha ganado,  y vale la pena celebrar que España sea un cliente y no nuestro amo. ¡FELIZ DÍA DE LA INDEPENDENCIA!

viernes, 26 de junio de 2009

La herencia de Maicol

Sí, Maicol. Porque la mayoría de la gente en este planeta que tarateró las canciones de Michael Jackson o que imitó alguno de sus famosos pasos de baile jamás supo cómo se escribía su nombre. Pero todos eran capaces de reconocer su rostro (en alguna de sus versiones) o el sonido de su nombre en las más variadas pronunciaciones, ya fuera en chino, keniano, paquistaní, o valluno.
          Por eso no será de extrañar que, para recordar el legado musical y mediático de Maicol, los afligidos fans bauticen a sus hijos nacidos este mes con tributos como:


Michael Jackson del perpetuo Gómez Pérez, alias Jacko (via @ladelmostacho)


Maicol de Jesús (via @ coautonauta)


Biliyin Mauricio López (via @ladelmostacho)



Thriller Marcela Toquica García (via @ladelmostacho)



Dirty Dayana Ruiz (via @donAlvar)


Yost Biret Guáqueta (via @apoloduvalis)


Y para completar la película, en italiano no lo llamaban "Michael Jackson" sino "Maicol Gecson" como lo más natural del mundo, así que se imaginarán la cantidad de nombres 'enrazados' que van a tener los italianitos de los años por venir. De por dios...


lunes, 1 de junio de 2009

Autopropaganda de Abadía en El País

Parafraseando a Britney Spears, “Oops! I did it again”. Otra vez el lujo de gobernador que nos mandamos los vallecaucanos nos encontramos con un aviso pagado de media página en el periódico El País de Cali del domingo 31 de mayo de 2009. Y otra vez, no se trata de un aviso divulgando las obras realizadas por la Gobernación del Valle o al menos una convocatoria para participar en un proyecto de la entidad departamental.

          No. Como ya se le volvió costumbre al gobernador, nos encontramos con un aviso donde habla de las maravillosas obras que él, con nombre propio, va a hacer. No sé a ustedes, pero a mí me parece irresponsable pagar para anunciar cosas que ni siquiera se han hecho. Una cosa es convocar una rueda de prensa para promocionar por free-press los proyectos que requieren de la participación de la comunidad. Incluso aguanta que se pague un aviso para mostrar resultados, como la típica foto de gobernante con las tijeritas inaugurando una obra, recursos muy bien utilizados por mandatarios anteriores como Carlos Holguín o Germán Villegas.

          Pero lo que me parece de muy mal gusto es atribuirse personalmente la autoría de esas obras (que ni siquiera se han hecho) como si fueran a salir del bolsillo de él: se lee “uno de los programas bandera del Gobernador Abadía” en lugar de “uno de los programas bandera de la Gobernación del Valle”.  Es que una cosa es hablar de la gestión de una institución y otra muy distinta es hablar de una persona. Por ejemplo, en Cali se ven por todas partes vallas de la Alcaldía haciendo promoción de sus programas institucionales, pero por ninguna parte se ve la foto o el nombre del funcionario que dirige esa institución. Independientemente de si aprobamos o no la gestión del alcalde, para todos es claro que aunque él sea el responsable (quien debe responder) no se lleva el crédito porque no es algo que haga él solito con SU plata sino todo un equipo de trabajo con NUESTRA plata. Algo similar podría decirse de Uribe, quien a pesar de ser tan querido por RCN no manda poner su foto o su nombre propio en los anuncios institucionales, sino el sobrio sello de la Presidencia o el escudo de Colombia.

          Por otro lado, hay que admirar la forma como los responsables de su campaña publicitaria han sabido manipular la imagen. En la foto del aviso en cuestión, sale Abadía junto a nadie menos que el Presidente de la República (“a la diestra de Dios Padre”) quien, con cara de despistado, no podía saber que esa foto iba a ser usada luego para que la buena imagen que muchos tienen de Uribe se transfiriera por asociación al mandatario regional.

          También llama la atención en esa foto que Abadía aparezca PRECISAMENTE en el centro de un círculo rojo (como la aureola de los santos)  donde se lee con todas sus letra “REPÚBLICA DE COLOMBIA”. Quisiera creer que fue una simple coincidencia donde todos los elementos cuadraron preciso en ese instante y justamente en el ángulo en que estaba el fotógrafo oficial para que la composición quedara así: la cara de Abadía asociada a un símbolo propio de los santos y con una leyenda explícita que lo relaciona con la república de Colombia. Pero es que esta coincidencia sumada a tantas otras coincidencias en el mismo aviso ya sugieren más bien una intención que pura chepa.

          En conclusión, este anuncio tiene todas las características de una campaña política para promocionar el nombre de un candidato. Por haberse hecho con recursos de la Gobernación, (en ninguna parte leí que fuera pagado por el papá, un grupo de simpatizantes o por sus oscuras amistades, así que se asume que lo pagó la Gobernación) es un uso indebido de nuestra plata para beneficio personal del candidato. Y lo más grave, es que no se trata de un desliz producto del descuido, sino que es uno más de una serie de actuaciones similares (como los millonarios afiches de Abadía como abanderado de los Juegos Nacionales) que ya no pueden pasar como desliz ni como coincidencia, sino como una clara estrategia intencional de posicionar la imagen de Abadía con nuestra plata. Y hacer campaña política (pagar para divulgar sus promesas) con recursos públicos es un comportamiento que merece como mínimo una investigación disciplinaria de la Contraloría.

sábado, 16 de mayo de 2009

Lo que provocan una tubería rota, una bandeja paisa y una supernova

El domingo por la mañana me despertó una gotera. No es que me estuviera cayendo en el ojo, pero sí sonaba como un mortero israelí cada vez que una gota se estrellaba contra las baldosas de mi cocina. Tomé nota mental de avisar al otro día en la administración para que me arreglaran el daño y "dejé así".
          Por la noche cuando volví encontré el piso de la cocina completamente encharcado. Ya lo que era una simple gotera se había convertido en una mancha gris que abarcaba la mitad del techo, y la enorme cantidad de goticas cayendo al suelo le daban un nuevo significado a la palabra 'gótico'.
          Tuve que esforzarme para contener el instinto de macho que me urgía a sacar la caja de herramientas y encaramarme al techo para reparar el daño por mí mismo. Claramente, este caso requería atención profesional. Así que me enfundé los guantes de lavar (me hicieron falta las botas “la macha”) y armado de trapeador y un balde logré secar por fin el piso. Puse tres recipientes, grandes y pequeños, dispuestos de tal forma que, cual operativo de la DEA, capturaran la mayor cantidad posible de gotas fugitivas antes de que llegara a su destino. Era todo lo que podía hacer.
          Al otro día fui por Olmedo, el trabajador de la Unidad Residencial que atiende estos casos. En el camino me dijo que por ser los edificios tan viejos (más de 25 años) y por haber sido construida como un conjunto de interés social, la Unidad ya estaba presentando problemas de tuberías con alguna frecuencia. Sintiéndome ya como el protagonista de una tragedia de Shakespeare, acepté el daño como una fatalidad del destino que debía enfrentar con estoicismo y llevé al trabajador a la cocina para que viera lo que ya eran chorros de agua.
          Por la cara que puso y por la velocidad con la que salió corriendo, me imagino que se sintió como un astrofísico que ve una estrella a punto de convertirse en supernova o a un gastroenterólogo que ve a Céx después de tragar una bandeja paisa y declarar que "está malito". "Eso fue que se rompió una tubería en el piso de arriba" me dijo el trabajador cuando salí a perseguirlo en busca de una explicación, "voy a llamar a la aseguradora para que vengan a arreglar eso ya mismo".
          Como el vecino de arriba no estuvo en toda la semana, tuve que lidiar con las goteras: vacié los recipientes rebosantes en la cisterna del baño, me puse los guantes, sequé el piso, escurrí el agua del trapeador. Y luego volvía a hacer lo mismo. Y a las dos horas debía hacerlo de nuevo. A pesar de los guantes, el ejercicio de escurrir las hebras del trapeador me causaron más laceraciones en las manos que las pesas y la guitarra juntas. De no ser por eso, la secuencia repetitiva y en piloto automático de trapear-escurrir-trapear-escurrir hasta hubiera sido una práctica zen de esas que sirven para entrar en trance y dejar la mente en blanco.
          Pero bueno, finalmente llegó el sábado. El plomero de la aseguradora vino al apartamento del vecino de arriba a arreglar el daño. Los martillazos destrozando el muro para exponer la tubería rota sonaron a mis oídos como arpas de ángeles. Mi alegría sólo podía explicarse por el alivio de una situación que hizo mi semana miserable. Porque obviamente esta pequeña tragedia hacía que mis manos enrojecidas fueran, en la diminuta escala de mi propia existencia, el equivalente a un planeta que tenga la desgracia de ser vecino de la más chicanera de las supernovas.

lunes, 6 de abril de 2009

Trancón en la Autopista Panamericana: ¿intolerancia, egoísmo o impaciencia?

Después de muchos meses de obras en la vía pública, trancones y polvaredas, por fin arrancó a funcionar el MIO en Cali. Desde sus amplios ventanales he podido ver a Cali con otros ojos, desde un ambiente con aire acondicionado y libre de los alaridos del PepeSón y otros locutores de la misma calaña de Esaín Tello.
          El jueves 2 de abril, en uno de mis plácidos viajes a bordo del MIO, me encontré con algo inaudito: la Autopista Panamericana, la que se supone es la vía más importante del continente porque atraviesa buena parte del mismo, estaba bloqueada por lo que en Colombia llamamos un trancón (embotellamiento de tráfico vehicular). Hasta la típica protesta indígena hubiera sido entendible, pero en un cruce donde los semáforos estaban funcionando normalmente se armó un nudo Gordiano que duró 25 minutos en desenredarse.



Ver mapa más grande

Los carros que venían de Ciudad Jardín eran tantos, que los que habían pasado el semáforo en verde no alcanzaron a llegar a Carrefour antes de que cambiara el semáforo de la Panamericana. Todos los carros, incluyendo el bus del MIO en el que iba yo, pasaron el semáforo y quedamos en mitad del cruce esperando que los primeros trancados circularan.


Como los que veníamos por la Panamericana quedamos estorbando a los que venían de Aventura Plaza, en cuanto su semáforo cambió a verde, se abalanzaron suicidamente a sumergirse en el trancón, bloqueando a su vez a los que venían del sur por la Panamericana, incluyendo otro bus del MIO.


¿Y por qué no nos desatrancábamos? Porque en cuanto alguien se movía un poquito para adelante, alguien (por lo general motociclistas y taxistas) ocupaba el hueco, dejando todo todavía más apretado que antes. Nadie quería ceder la vía para que todos nos pudiéramos desenredar, ni hacer caso de los auxiliares del MIO que salieron de la Estación desesperados porque el trancón estaba afectando el horario que deben cumplir los buses azules.




Tuvo que llegar un grupo de policías para que la gente los respetara y se abstuviera de abalanzarse sobre el primer huequito que se abría en el tránsito. Nada de esto hubiera pasado si los que veían que no podrían pasar porque había trancón, hubieran esperado a que el semáforo cambiara a rojo y luego nuevamente a verde para pasar por una vía despejada. Como decía un barranquillero que conocí: a Cali le metieron tecnología, pero si no le meten civismo a la gente, no va a llegar el progreso que se supone viene con la tecnología.

lunes, 9 de marzo de 2009

Hombres en el día de la mujer

Una de las cosas que más me gustan del Día Internacional de la Mujer es poder llamar a mis amigos hombres y desearles feliz día. El destemplado madrazo que se escucha del otro lado de la línea y la satisfacción del Topo Gigio (“¡Lo dije yo primeeero, lo dije yo primeeeero!”) son suficiente aliciente para intentarlo con otro y con otro después de él. El juego consiste en hacérsela a tantos como sea posible antes de que alguno de ellos lo haga conmigo.
          A quien este juego le pueda parecer extraño, basta recordarle cómo se crea la identidad masculina. Al menos en el colegio donde yo pasé mis doce años de prisión, (léase primaria y bachillerato) ciertamente nos motivaban a seguir roles masculinos como nuestros padres y profesores hombres (“ser hombre consiste en ser como los demás hombres”). Sin embargo, el 98% de las ocasiones restantes donde construimos nuestra identidad eran juegos donde cualquier excusa valía para decirles a nuestros compañeros que parecían niñas, merecidamente o no (“ser hombre consiste en no ser como las mujeres”).
          Pero este complicado proceso tiene dos problemas. El primero es que ya no es tan claro cómo son los demás hombres, ya que lo que la gente percibe acerca de cómo sería deseable que luciera y se comportara un hombre está muy influenciado por lo que opinan las mujeres. Efectivamente, en la publicidad y las películas se ve consistentemente a tipos que parecen clones del flaquísimo y depiladísimo Ken con el que jugaban hace 20 años las mujeres de ahora.
          Y no es que esté pretendiendo que se erija a Homero Simpson como ideal de belleza masculina, pero sí me parece más lógico que se nos juzgue a los hombres teniendo en cuenta toda la variedad de nuestros estilos y fenotipos y no de acuerdo con un único y homogéneo modelo. Ya les pasó a las mujeres en Cali, donde una perversa combinación de mujeres de baja autoestima y traquetos de mal gusto (con todavía más baja autoestima) impusieron el “ideal” de rubia oxigenada e hinchada a punta de implantes de silicona. De la misma forma, al que es peludo como un panadero griego no le deberían restregar en cara el comercial de cuchillas de afeitar donde el modelo se afeita el pecho (a menos, claro está, que tenga por costumbre dejar un rastro de pelos en la ducha y en la cama como un perro pastor alemán), o exigir al robustico pero sano que desarrolle los abdominales de un modelo de Calvin Klein, o esperar que un negros luzca tan pálido como el vampiro de Crepúsculo.   
          El otro problema con la identidad masculina es que las características distintivas de las mujeres han cambiado tanto y tan rápidamente que ya no basta no comportarse como ellas para identificarse como hombre. Ahora hay mineras, coronelas, juezas, cirujanas y un largo etcétera, habiendo ampliado sus horizontes laborales drásticamente. A cambio, los poquísimos valientes que desempeñen oficios tradicionalmente femeninos como profesores de preescolar, sobrecargos, modistos, enfermeros o niñeros no han conseguido ampliar nuestra área de desempeño. Y para completar, el último bastión de la ropa masculina, Arturo Calle, también ha sido infiltrado por manos femeninas. Ahora las camisas tienen unos botones pequeñitos, no traen bolsillo y están entalladas en la espalda de una forma que las hace imposibles de planchar, justamente como una blusa de vieja. Si yo quisiera una camisa pegada y sin bolsillo, usaría una camiseta, ¿no creen? ¿Ahora dónde vamos a guardar las gafas de sol o el pasabordo en el aeropuerto?  
          En fin. Si el Día Internacional de la Mujer se creó para llamar la atención sobre esa parte de la población que había sido vulnerada durante tanto tiempo, creo que los hombres no estamos tan lejos de merecernos nuestro día. Así que como población vulnerada, creo que hasta podríamos considerarnos mujeres honorarias y pedir en este día que se reflexione sobre nuestros derechos y la forma como se percibe nuestra identidad.
          ¿Ven ahora porqué no es tan extraño que felicite a mis amigos hombres en el Día Internacional de la Mujer?

lunes, 9 de febrero de 2009

Promotores del referendo para la reelección de Uribe buscados por fraude procesal

Luis Guillermo Giraldo Hurtado y otros que son cabeza del movimiento promotor del referendo para la reelección presidencial están siendo buscados por la Fiscalía por fraude procesal. Deben comparecer para responder por esta acusación el 16 de febrero.
          Lo tenaz es que un fiscal especializado en delitos de tipo económico estuvo investigando durante cuatro meses las cuentas del movimiento que estuvo recogiendo firmas para que se hiciera un referendo, y encontró que había suficientes inconsistencias acerca de dónde salió la plata y cómo se manejó esta recolección de firmas.
          Obviamente esto no quiere decir que el presidente esté involucrado en estos manejos “indelicados”. Pero sí deja mucho qué desear de los personajes que lo rodean y que quieren, vaya uno a saber con qué intereses, que Uribe se mantenga en el poder por cuatro años adicionales a los ocho consecutivos que ya lleva en el Palacio de Nariño. Esto es especialmente grave porque el principal acusado no es cualquier aparecido con quien Uribe pueda alegar no tener relación, sino del que fuera secretario general (tuvo que renunciar el pasado 10 de diciembre de 2008 por este escándalo) del Partido de la U, el principal partido de la coalición de gobierno.
          Este escándalo, sumado a la renuncia de la senadora Gina Parody, me refuerza la impresión de que el entusiasmo que despierta Uribe entre los electores fue aprovechado por personajes de todas las calañas para llegar al poder de la mano del uribismo. ¿Será que por fin la gente se va a dar cuenta de que Uribe y esa cosa abstracta que esconde toda clase de pecados llamada uribismo son dos cosas distintas?

sábado, 7 de febrero de 2009

¿Disciplina? ¿Qué es eso?

Yo sé cómo debe sentirse Sylar al destapar el cráneo de algún colega mutante, ya que de vez en cuando me asaltan epifanías donde entiendo todo con una claridad pasmosa. La última vez fui plenamente consciente de que mi mayor problema es la falta de disciplina, aunque la epifanía no me alcanzó para entender también si en mi caso se trata de un defecto de carácter o el síntoma de algo más profundo. Yo creo que es más lo segundo que lo primero, pero obviamente estoy especulando.
          ¿Y qué si es un síntoma de otra cosa y no una dolencia en sí misma? Pues que me toca seguir escarbando para saber cuál de mis demonios es el que me tiene en la mala y pues… prefiero evitar la fatiga como Jaimito el Cartero. Así que a falta de mayor evidencia y siguiendo el ejemplo del borracho del chiste, buscaré las llaves perdidas donde hay luz y no en todos los sitios donde se me pudieron haber perdido.
          ¡Ya sé! Puedo justificarme usando lo que aprendí del Dr. House: si hay dos posibles diagnósticos y no se tiene ni puta idea de cuál de los dos es, se aplica el tratamiento para uno. Si los síntomas desaparecen, entonces sí era el primer diagnóstico, y si no… pues no se sabe si es el segundo, pero al menos ya es mucho menos probable que sea el primero.
          Entonces la idea es emular a Sheldon Cooper y diseñar una elaborada estrategia para atacar la falta de disciplina como un defecto de carácter a ver si desaparece. Si no lo hace, entonces habrá que iniciar un largo y costoso proceso con una psiquiatra cínica y mordaz como la de Charlie Harper, a ver si le pega al perrito. La vaina es que para salir bien librado de un proceso de esos se necesita disciplina, que es precisamente lo que no tengo…
          ¡Mierda! Releyendo lo que acabo de escribir, me doy cuenta de dos cosas: que posiblemente mi falta de disciplina se deba a mi nunca bien ponderado talento para evadirme (ojalá me pagaran por ser como Calvin) y a que veo demasiada televisión.
          Me voy a meditar a ver si me llega otra epifanía.

sábado, 31 de enero de 2009

Tormenta en Cali

El jueves 29 de enero cayó en Cali la peor tormenta en lo que va corrido de 2009. El viento y los rayos tumbaron postes, desgajaron ramas de árboles, arrancaron troncos de raíz, volaron tejados en un edificio de mi unidad residencial. Y claro, también nos tocó aguantar un apagón desde la mitad de la tarde hasta que la gente de Emcali logró restablecer el servicio como a las 10:30 pm.

Algunas imágenes de los efectos de la tormenta en el sur de Cali:





domingo, 11 de enero de 2009

¿Tintin era gay?

Para los que hemos leído las aventuras de Tintin resulta cuando menos sorpresiva la afirmación de que este personaje fuera gay. Y no es que tenga algún problema con que lo fuera, así como no me causa resquemor que el profesor Dumbledor de Harry Potter sea homosexual. Lo que me causa preocupación es que se evalúe a un personaje diseñado hace casi 100 años según los estándares de hoy.
          Lo primero que hay que tener en cuenta sobre Tintin es su origen. Se trata de un joven católico de 16 años nacido y criado en Bélgica (por eso su nombre se pronuncia en francés: Tan-tán). ¿Qué esperaban que hiciera un personaje así? ¿Saltar de rumba en rumba y de un amorío en otro? Para los católicos (sobre todo los de hace 100 años) la única finalidad de las relaciones amorosas eran las de formar una familia, lo cual sería claramente inconveniente para alguien que debería estar libre de ataduras para salir al encuentro de las extraordinarias aventuras que vivió Tintin alrededor del mundo.
          ¿Se imaginan a Tintin a punto de subir a una nave espacial para perseguir a un villano y teniendo que aguantarse la bronca de la novia porque no puede ir al aniversario de sus suegros? ¿O persiguiendo el rastro del Abominable Hombre de las Nieves distraído por la duda de si pagó o no el recibo del teléfono? Esas son situaciones que hacen mucho más compleja la trama, y por las cuales un personaje mucho más moderno como Peter Parker (Spiderman) es fascinante. Pero creo es mucho pedir para un autor nacido a principios del siglo pasado y con mucho más interés en las aventuras de acción o de misterio que en las románticas. Y poniéndose en los zapatos de los lectores de las historietas de Tintin, ¿hubieran preferido en 1920 que el protagonista visitara parajes exóticos resolviendo misterios o padeciendo los mismos problemas de la vida cotidiana de los cuales los lectores querían evadirse leyendo las historietas? Creo que Hergé se fue por la fácil (según nuestros estándares actuales) y no se complicó la vida metiendo en líos de faldas a un joven de 16 años que lo que quería era conocer el mundo, misma estrategia que siguió Julio Verne. Más bien se concentró en la minuciosidad de los detalles y el preciosismo con el que ilustraba cada una de sus viñetas, las cuales han llegado por esa razón a la categoría de verdaderas obras de arte.
          Por otro lado, hay muy pocas mujeres en esas historias, pero es que a diferencia del mundo actual, a principios del siglo pasado el contexto donde se movía Tintin era casi completamente masculino. Para fortuna de James Bond, para la época de los 70s ya las mujeres eran desde astrofísicas y pilotos hasta asesinas, pero 50 años antes de eso no era fácil encontrar una mujer bonita en esas. Por eso casi todos los personajes de Tintin son masculinos como Hernández y Fernández (Dupont y Dupond)
          Por otro lado, si un autor contemporáneo creara un personaje que vive de puro chévere en la mansión de un hombre mayor (en el caso de Tintin, el capitán Haddock), que nunca se lo ve interesado en alguna hembrita (por la razón que sea), y que anda con un perrito Wire Fox Terrier llamado Milou (Milú), pues sí queda como difícil no despertar sospechas de que se trata de un gay que aún no sale del clóset. Pero si nos empeñamos en ver con este mismo criterio a un personaje tan antiguo salido de otras circunstancias, también tendríamos que revisar la relación de Froddo con Sam y Légolas con el enano Gimli en el Señor de los Anillos… aunque viéndolas bien, son tan sospechosas como la relación entre Batman y Robin.
          Pero bueno, mi punto es que así como el hecho de que Don Quijote anduviera para todos lados con Sancho Panza nos los convierte en pareja, tampoco las inusuales circunstancias (desde nuestra perspectiva contemporánea) de Tintin lo hacen más de lo que su autor quiso expresar.