lunes, 30 de octubre de 2006

Lo que las mujeres quieren

Hace un par de años conversaba con unas amigas sobre lo que esperábamos del futuro. Aunque ellas coincidían en que querían trabajar, medio en broma también decían que era preferible tener un marido que las mantuviera para poder trabajar medio tiempo en lo que realmente les gustaba sin la presión de costear el cómodo estilo de vida con el que soñaban. Hasta aquí no hay nada raro porque esa fantasía es justo lo opuesto a la realidad que debemos afrontar la mayoría: trabajos que no nos gustan a cambio de cierta estabilidad económica.
          Sin embargo, cuando yo (medio en broma / medio en serio) también manifesté que fantaseaba con que una esposa me mantuviera para poder dedicarme a escribir, todas estas viejas me cayeron encima como Valkirias furiosas. Ampliamente superado en número me atropelló su determinación para hacerme arrepentir de mis palabras. Algo que a ellas les parecía perfectamente aceptable aplicado a ellas, al menos al nivel de deseo reprimido, les parecía una horrorosa blasfemia si se aplicaba al caso contrario. Que cómo se me ocurría, que ellas jamás aceptarían a un mantenido o un arrimado, que en caso de tener hijos querían un man que las apoyara y no que fuera como un niño más por el cual preocuparse... Obvio. A mí tampoco me tramaba mantener a un ama de casa de tiempo completo, pero no tuve oportunidad de decirlo (menos mal porque ahí sí que hasta les hubieran salido llamas por los ojos).
          Aunque ya he tenido mis experiencias amargas con la hermética solidaridad de género femenina (si hay un desacuerdo entre un hombre y una mujer, automáticamente toda otra mujer se pondrá del lado de ella y entenderá perfectamente su reacción incluso sin haber escuchado todos los detalles del desacuerdo) me pareció curioso que todas mis contradictoras tuvieran otras cosas en común: todas eran profesionales de alrededor de 30 años, que ya llevaban algunos trabajando. Es decir, no estaba hablando con adolescentes consentidas por papi, sino por profesionales que habían sufrido el machismo del mundo laboral. Además la mayoría de ellas por esa época todavía vivían con sus padres y estaban padeciendo las restricciones de una sociedad patriarcal, por lo que yo hubiera esperado que tuvieran mente abierta sobre los roles de hombres y mujeres ya que habían sufrido en carne propia la discriminación. Me equivoqué. Simplemente querían todas las ventajas de la independencia, pero sin ninguna de las desventajas.
          Con el paso del tiempo prácticamente sólo me encontraba casos de mujeres profesionales que, ganando el doble o el triple que yo, todavía se rehusaban a irse de la casa paterna. Disculpas he oído muchas ("para qué me voy si aquí lo tengo todo", "estoy ahorrando", "mis papás no me dejan irme si no es casada...") pero creo que en el fondo las mujeres que conozco no se independizan porque les aterra la adultez. Prefieren aguantar las imposiciones de paternas a cambio de la seguridad que les da poder disfrutar de las comodidades que sus padres han conseguido después de 30 años de trabajo, incluso si se quedan sin empleo o no logren devengar lo suficiente para costear ese estilo de vida. En general les asusta vivir por su cuenta sin buscar cambiar al papá que les daba seguridad por otro papá que se diferencia simplemente por su título de "marido". Claro, las psicoanalistas podrán argumentar que en el fondo los hombres también buscamos una segunda mamá, o más bien una "mamacita" a la que sí podamos llevar a la cama. Puede ser cierto, pero en nuestra defensa puedo decir que somos muchos más los hombres que nos independizamos sin haber encontrado a esa segunda mamá que las mujeres de nuestra misma edad.
          Todas las mujeres se quejan del machismo, pero muchas de ellas lo fomentan con sus actitudes. Lo común es que cuando uno sale con alguien la vaya a recoger a la casa de sus padres (incluso las que tienen carro y posgrado), pero si es el caso contrario, la mujer en cuestión se da codazos con las amigas y hacen burlas maliciosas porque uno vive todavía en la casa de la mamá, lo cual interpretan como símbolo de inmadurez.
          Afortunadamente también me he encontrado con casos excepcionales en los que una mujer se gradúa y se va de la casa paterna a buscar su propio camino, no importa las estrecheces que deba afrontar al principio. Hay mujeres que asumen riesgos calculados por su cuenta, sin esperar a que les aparezca el hipotético marido que les dé la seguridad que no han sido capaces de encontrar dentro de sí mismas sin siquiera haberlo intentado. Me enorgullece saber que mi hermana es una de ellas. Se va para otro país, a vivir en otro idioma, a trabajar en lo que la apasiona y a lagartear el posgrado que la trasnocha, sin más contactos que la gente que ha conocido por Internet. Así que, después de todo, esa platica no se perdió.
          ¡Buena esa liebchen!

domingo, 22 de octubre de 2006

Un buen negocio

Durante años los bancos han tratado de convencernos con millonarias campañas de mercadeo de que no son desalmados reductos de codicia que sólo protegen su propio beneficio. Sin embargo, una y otra vez dichos como "los bancos nunca pierden", "no hay mejor negocio que un banco" o "los bancos sólo le prestan plata a los que pueden demostrar que no la necesitan" se repiten entre los rechazados por el sistema bancario o los que quedaron tan aburridos que nada quieren saber de él. En otras palabras, pareciera como si la banca sólo estuviera disponible para los ricos que quieran aprovechar nuevas oportunidades de negocio y hacerse más ricos. Para mí es claro que una empresa se crea para generar riqueza para sus dueños, pero sin caer en el extremo de las megacorporaciones sin alma que sólo existen para producir beneficios. Muchas de ellas, si tienen que decidir entre despedir cientos de empleados e invertir en capacitación, o entre contaminar el ambiente y pagar la multa, siempre escogerán lo más barato, sin importar las repercusiones al margen de las ganancias.
          Del otro lado del espectro están las fundaciones sin ánimo de lucro, que desde sus estatutos tienen explícitamente definidas sus funciones de tipo social. Muchas de ellas están dedicadas al asistencialismo, es decir, a regalar comida, vestuario o atención médica a los que lleguen de primeros. Aclaro que si yo tuviera una emergencia me encantaría que alguien me tendiera la mano, pero soy consciente de que el asistencialismo y la caridad, por sí solos, son como tratar de atender a los personajes caídos en Kill Bill con curitas y algodoncitos remojados en Menticol.
          Personalmente creo que el grueso de las empresas deberían estar en algún punto en medio de estos dos extremos. Es decir, hay que producir riqueza, pero partiendo del supuesto de que los pobres también tienen derecho a buscar oportunidades de negocio, a volverse agentes de su propio progreso y a su vez generar riqueza. Ese es el sentido para mí de "no regalar un pescado al hambriento sino enseñarle a pescar para que no vuelva a pasar hambre".
          Por eso me sorprendió gratamente que el Premio Nobel de Paz 2006 se lo hubieran otorgado por partes iguales, a un empresario y a... ¡un banco! Efectivamente, Muhammad Yunus y su Grameen Bank recibirán el premio por haber apoyado durante treinta años a los pobres de Bangladesh (su país de origen) y otros países a través de microcréditos. El Nobel reconoce que los microcréditos solitos no son suficientes para eliminar la pobreza, pero sí destaca que cualquier iniciativa para disminuirla empoderando a la gente crea las bases para una paz duradera. Además es muy interesante que el Grameen Bank declare que el 97% de sus 6.61 millones de clientes son mujeres, porque la falta de oportunidades para las mujeres tiene una relación muy estrecha con situaciones de pobreza y violencia. Ojalá que con la visita de Yunus se nos haya pegado algo.

lunes, 16 de octubre de 2006

Qué chimba de profesor

¿Alguna vez te tuvieron que despertar en plena clase? ¿Tuviste que trasnochar para un examen o un trabajo final? ¿Te tiraste la materia alguna vez? ¿Dos veces? Pues todo esto me pasó a mí tanto en la prisión dond... perdón, en el colegio donde estudié como en la universidad. Y aunque reconozco que nunca fui un buen estudiante, tampoco creo tener un pelo de tonto (de hecho siempre fui el mejor del salón en las materias que me gustaban), sólo que rara vez tuve buenos profesores.
          Esto último puede sonar a excusa chimba porque los buenos estudiantes, al igual que los buenos toreros con un mal toro, logran salir adelante así el profesor no dé la talla. Sin embargo, he visto demasiados "buenos estudiantes" que siempre sacaron los mejores promedios pero que no aprendieron realmente porque su motivación era la nota y no porque creyeran que lo que pasaba ante sus ojos pudiera servirles de algo. Precisamente esto es lo que me lleva a pensar que hemos entendido mal el papel del profesor en el proceso educativo.

Facilitar el proceso del estudiante

Primero que todo, creo que más que hablar de enseñanza, se debería hablar de aprendizaje, donde el profesor es más un facilitador que la fuente desde la cual fluye el conocimiento. Esto significa que el conocimiento difícilmente puede ser "enseñado" si al alumno no le da la gana de aprenderlo o no le encuentra sentido en su vida. Por ejemplo, en Matrix Morpheus le dijo a Neo algo así como "yo sólo puedo mostrarte la puerta; eres tú quien debe cruzarla". Y quienes vieron la película seguramente se estarán riendo de lo que le pasó a Neo cuando su mentor le pidió que lo siguiera saltando de la azotea de un edificio altísimo hacia la de otro: se azotó contra la calle que separaba las dos edificaciones porque todavía no le encontraba sentido a lo que pasaba ante sus ojos. En mi caso particular, toda la vida me encontré profesores que se enfocaban en enseñar los pasos para cruzar la puerta, pero que no entendían o no sabían transmitir por qué me debería interesar a mí cruzarla.
          Por supuesto que no todos mis profesores fueron malos. También tuve profesores y profesoras buenísimos que variaban entre el honesto y el inspirador. El honesto nos decía algo así como "¿saben por qué un futbolista entrena haciendo abdominales? Pues no es porque en medio de un partido se vaya a tirar al piso a hacer abdominales, sino porque eso lo fortalece para aprovechar su talento para jugar. De la misma forma, ustedes no van a usar ecuaciones diferenciales en su trabajo diario (a duras penas una calculadora de tendero), pero usarlas entrena su mente para entender el mundo y modelar soluciones a sus problemas". Obviamente ninguno de nosotros salió pensando en matricularse en Matemática pura en UniValle motivados por este discurso, pero sí nos hizo ver POR QUÉ era importante para nosotros dominar las ecuaciones diferenciales.
          Por su lado, entre los profesores inspiradores recuerdo mucho el de Historia que nos hablaba del aventurero francés que inició la arqueología en Colombia, de la asombrosa buena suerte de Cortés y Pizarro de encontrar respectivamente a los Aztecas e Incas divididos en luchas internas y que nos llevó a Perú a conocer Machu Pichu en una excursión de nueve días. Aunque el gris profesor del curso vecino por esa época del año ya estaba cubriendo la Colonia, nosotros no dejábamos a nuestro profesor avanzar porque todavía nos tenía fascinados con la cosmología de los Mayas, tratando de entender las luchas de poder, los intereses económicos, los rituales y las búsquedas espirituales, es decir, tratando de interpretar el mundo desde la perspectiva de la Historia. Su éxito radicaba en que no intentaba simplemente hacernos memorizar hechos, lugares y fechas, sino que intentaba que pudiéramos responder nuestras propias inquietudes sobre nuestro papel en la vida y sobre el mundo que nos rodeaba a partir de la experiencia de los pueblos que nos precedieron. En todos estos casos, nosotros hacíamos el trabajo de aprender, pero teníamos un guía que nos facilitó el proceso.

Reconocer al otro como individuo

Por otra parte, pienso que los buenos profesores también deben ser capaces de reconocer a sus estudiantes como individuos e identificar de entre la legión de zombis que no saben muy bien por qué están allí, a los que sí están interesados en aprender. No es realista asumir que los 50 alumnos o más que puede tener un salón de clase están dispuestos y motivados para aprender, más ahora que los niños malcriados por el sistema de logros están estrellándose contra las universidades. Posiblemente lo más sensato sería ayudar a los zombies a que se ganen su "3 raspado" y concentrarse en cultivar a los que realmente quieren sacar el mayor provecho posible del profesor que tienen en frente. Pero de todos modos creo que vale la pena soñar con personajes como el de Michelle Phiffer en Mentes peligrosas, donde la maestra endereza a un grupo de pandilleros desahuciados por el sistema educativo. Su truco: no ver a todos los estudiantes como una masa homogénea sino reconocer el potencial, los problemas y las motivaciones particulares de cada uno.
          Tal vez deberíamos considerar el viejo sistema de tutores, del cual tomó la idea La Guerra de las Galaxias de que los maestros Jedi sólo pudieran tener un padawan por vez a quien acompañar en su proceso de aprendizaje. Parafraseando a pequeña padawan, cada profesor en su proceso de enseñanza seguramente reflejará mucho de sus búsquedas personales y su propio ejercicio de introspección. Sin embargo, puede ser muy bacano en la medida en que éste sea un referente que matice las propias búsquedas del estudiante y no la imposición homogénea y estándar que viven cientos de miles menos privilegiados.

sábado, 7 de octubre de 2006

Condiciones para un repitis

Hace meses discutía con una amiga que estaba en el proceso de "volver" con su ex. Y pongo el volver entre comillas porque si habían terminado otras veces antes era porque ambos se habían dado cuenta de que su relación ya no funcionaba y que lo mejor era que cada uno cogiera por su lado. El motivo por el que estuve varias veces a punto de cachetear a mi amiga (como a la histérica de ¿Dónde está el piloto?) era que si para ambos era claro y hasta lógico que terminaran, ¿por qué se seguían buscando?
          Para mi sorpresa, el caso no era aislado. Entre más preguntaba, más me daba cuenta de que las parejas con mucha frecuencia se pegaban la 'cangrejiada' sin saber muy bien en qué se estaban metiendo. Y aunque de pronto la intención no fuera del todo "volver" sino sólo tener un 'repitis' para pasarla rico unas vacaciones o un fin de semana sin compromisos posteriores, por lo general alguno de los dos, cuando no ambos, sale aporreado y sobándose los chichones mientras ayayea lastimeramente.
          Pero así como me encontré casos de gente que había acabado odiando a su ex (o más bien "ex ex" porque se habían cuadrado dos veces), también me encontré con otros que habían continuado su relación de años incluso después de unas "vacaciones" (entiéndase como tiempo intermedio en que uno o ambos estuvieron cuadrados o vacilando con alguien diferente a su ex). Como quien dice, no necesariamente las segundas partes significan botar la platica que se va en la re conquista de su ex. Mi conclusión es que sí hay algunas condiciones que, aunque no son una receta infalible para volver bien, de pronto pueden ayudar a decidir si uno se mete o no en esa montaña rusa emocional.
          Primero que todo, la reconquista cuesta. Su ex ya conoce todos sus trucos: el escote estratégico, el combo "pantalón pegado-tanga brasilera", el ya conocido ramo de flores, el mensaje de texto al celular tipo "me encanta como te ves bajo la luz de la luna", susurrarle al oído con tono grave mientras bailan, etc. Si quiere al menos despertar la curiosidad, habría que pensar en renovar algo de la ropa interior que su ex ya se conoce todita, hacer planes distintos a ver televisión en la casa un sábado por la noche como cuando eran novios, leer o aprender sobre algo que su ex no tenga ni idea para darle algo nuevo que pique su curiosidad. Aunque renovar vestuario, salir a sitios nuevos y tramadores o aprender cosas nuevas demanda presupuesto, obviamente también implica algo tan difícil como cambiar cosas del propio comportamiento. Si usted es de los que cree que lo van a aceptar con los mismos defectos, haga lo que se le dé la gana, pero después no diga que no se le advirtió.
          Por otro lado, no importa si terminó con su ex hace dos años o hace dos meses, muy probablemente en ese lapso de tiempo esta persona haya cambiado en algo. Parafraseando a pequeña padawan, no piense que ya sabe cómo es su ex. Usted muy probablemente siga enamorado o teniéndole ganas AL RECUERDO de su ex, no necesariamente a la persona que tiene en frente. Como con cualquier relación nueva, no dé los gustos o reacciones de su ex por supuestas y tenga mente abierta para adaptarse a como es ahora o abrirse del parche para no dañar un bonito recuerdo.
          Así mismo, es muy importante tratar de no tener expectativas demasiado definidas. Obviamente por mucho que su ex haya cambiado seguramente quedará algo de las muchas cosas que a usted le atraían cuando eran pareja (y viceversa), pero eso no significa que porque fueran novios antes necesariamente volverán a serlo. Si cree de entrada que porque su ex le están haciendo ojitos ya puede ir comprando el perro labrador, la cama doble y la bicicleta para dos, puede que lo dejen como el ternero: mamando. Posiblemente su ex sólo le tenga ganas y nada más (de hecho, ¿qué mejor vacilón que alguien que ya le conoce las mañas y los gustos?), por lo que de pronto lo más sano sería arrancar sin prevenciones y ver qué pasa. Como con cualquier relación, si una cosa lleva a la otra, pues bacano. Si no, bacano también porque al menos lo intentó y sabe a ciencia cierta que no funcionó.
          Por último, diría que también es fundamental que ninguno de los dos esté en ese momento involucrado en otra relación seria. Aunque ha gente que disfruta lo prohibido, creo es más bacano gozarse a la persona que se tiene en frente sin tener que esconderse ni decir mentiras.
          Bueno, espero que Carrie Bradshow me perdone por meterme en su territorio. Y ustedes ¿qué creen que quedó faltando por tener en cuenta?

domingo, 1 de octubre de 2006

Ratzinger, la Sharia, Flint, Samper Ospina, Bush y las lecciones de la incultura

'Culto' o 'cultivado'

En una tertulia se debatió que usar la palabra 'culto' para distinguir a quienes hubieran estudiado algo distinto a su propia cultura era políticamente incorrecto porque cualquier persona, por el simple hecho de vivir dentro de una cultura, ya se le debía considerar como culta. Para no agarrarnos, acordamos que la palabra 'cultivado' era aceptable para todas las partes en lugar de 'culto', pero yo sigo pataleando que de alguna forma sí hay que distinguir a los que se esfuerzan por trascender su propia cultura de los que no.

Islam y Occidente

Hace unos días en Bogotá un taxista me decía que el Papa Ratzinger había sido muy bruto al provocar con su discurso a los musulmanes, pero yo creo que fue más bien fueron los medios (que lo citaron fuera de contexto para armar bonche) los que subestimaron las diferencias entre nuestras culturas.
          Por un lado, varios países de mayoría musulmana se rigen por la Sharia, en la que la religión y el Estado no son ámbitos separados. Es decir, si algún habitante de estos países se siente agredido en su fe casi automáticamente sentirá atacada también a su cultura y la seguridad del Estado. Así no sería de extrañar que los defensores de la fe (autoproclamados o institucionalizados) tomen una declaración descontextualizada como un acto de guerra. El Islam es descrito por sus defensores como una religión de paz y concordia, pero lamentablemente para los noticieros del Imperio los que son noticia y suben la audiencia son los fanáticos que queman banderas y no la gran mayoría de musulmanes que suelen ser mucho más tolerantes.
          Por otro lado, para nosotros es de lo más natural que cualquier persona exprese su opinión sin que por eso su vida o integridad física corra peligro (o al menos en teoría). Larry Flint y su revista Hustler sentaron un precedente importante en el que si la Ley gringa lo protegía a él, que se describía como el peor de todos, entonces eso garantizaba que la Ley protegería los derechos de cualquiera de los demás ciudadanos. Más cerquita, Daniel Samper Ospina y la revista SoHo también lograron que el juez que se ocupó del caso desestimara lo que los defensores de la fe (en este caso sí autoproclamados) consideraban una ofensa a sus creencias religiosas. Lo bueno de esto es que la misma Ley que salvó a Samper Ospina de la cárcel es la misma que les permite a sus acusadores profesar libremente su religión. Si en un futuro hipotético la mayoría de la población fuera por ejemplo musulmana o (líbranos Señor) evangélica, sería esta separación entre la Ley del Estado y los dogmas religiosos la que permitiría que excomulgaran libremente a todos los directores de revistas o médicos abortistas que quieran sin que por ello les caiga la Fiscalía.
          Nuestra cultura democrática está fundamentada en el derecho a criticar lo que no nos guste, ya sea algún pecadillo de la Iglesia o la enésima improvisación de nuestro proactivo Presidente. El Papa Ratzinger también tiene derecho a expresar en Alemania cualquier posición argumentada que guste. Si la Ópera de Berlín quiere representar Idomeneo en Berlín con alusiones a las religiones (incluidas máscaras de Jesús, Júpiter, Buda y Mahoma) también deberían poder hacerlo sin temor a las represalias de los fanáticos musulmanes, ya que es válido dentro de nuestra cultura.

Ignorancia peligrosa

Sin embargo, cuando sólo experimentamos a nuestra propia cultura tendemos a creer que es la única opción válida posible. Para la muestra dos perlas:
          La primera, el emperador Bush tratando de imponer la democracia en un país de tradición cultural musulmana como Irak. La democracia no es un repuesto que se enchufa y se enciende y listo; es una institución que debe funcionar en forma integrada con la cultura. El desconocimiento de este hecho e innumerables metidas de pata sugieren que Bush es tan ignorante de cómo se vive más allá de su rancho en Texas que no podríamos llamarlo precisamente culto.
          La segunda, los casos de jóvenes asesinadas en Europa por sus propios familiares con la disculpa de estar quebrantando las costumbres del Islam. Una cosa es que en un país regido por la Sharia sea visto como válido que los defensores de la fe castiguen con la muerte a las jóvenes que se aparten de la costumbre. A mí como occidental tercermundista no me gusta, pero es algo que las musulmanas y los padres, hermanos y esposos que dicen amarlas deberían intentar cambiar allá, desde dentro, si no están de acuerdo. Pero otra cosa muy distinta es que viviendo en Europa, los familiares de las víctimas no hayan intentado integrarse a la cultura que escogieron para vivir. Es muy común que los inmigrantes musulmanes no aprendan el idioma local, vivan en comunidades cerradas de sus correligionarios y rehúsen adaptarse a las costumbres de su entorno. Sus hijas estaban viviendo de forma consistente con la cultura occidental en la que vivían, pero sus familiares no le dieron a esta cultura una oportunidad de mostrar si tenía algo positivo qué aportarles.
          En plena Europa del siglo XXI, las jóvenes musulmanas pagaron con su vida la incultura de sus parientes. Miles de soldados gringos enviados a Irak a imponer una institución extraña a la cultura local pagaron con su vida la incultura de su presidente.
          Y después dicen que es políticamente incorrecto llamar inculto a alguien que, por no intentar trascender las costumbres y prejuicios de su propia cultura, haga de su ignorancia algo peligroso.