jueves, 28 de julio de 2005


Vista general de los Farallones de Cali con la luna a la vista. Tomada desde la azotea de Parquesoft.

Más fotos de vuelo en parapente

Aquí por fin están publicadas las fotos de la salida a volar en parapente del sábado 2005-06-25.

Sobre "Führer", biografía novelada de Hitler


Después de varios años en que comenzaba libros sin llegar a acabarlos, por fin logré terminar Führer de Allan Prior. Ya antes había mirado con ganas algunos libros sobre Hitler y el Tercer Reich, pero éste me llamó la atención porque, sin abandonar la rigurosidad histórica, el autor reconstruye episodios e hipótesis no comprobadas por los historiadores. Eso no significa que se haya inventado cosas de la nada, sino que intenta enlazar los cabos sueltos que quedan de los testimonios de las personas que rodearon a Hitler y al surgimiento del nazismo. Entre muchos aspectos interesantes que encontré en la obra, me gustaría resaltar dos:
    El primero es que le dio al personaje un trasfondo creíble, que de alguna manera explica (mas no justifica) muchos de los comportamientos y posiciones extremas del Führer. Para mí esto representa un giro de 180 grados con respecto a las obras de ficción que había conocido con anterioridad, ya que escapaban por poco de retratar a Hitler como la encarnación del mismísimo demonio.
    Es en estos casos donde se aplica perfecto el viejo dicho que dice "la Historia la escriben los vencedores" con ejemplos que se remontan hasta la pre-historia: los troyanos retratados por los aqueos que los vencieron, los persas por los macedonios, los cartagineses por los romanos, los musulmanes por los cruzados, los aztecas e incas por los españoles... Y claro, como los alemanes fueron los vencidos, la Historia que nos escribieron los Aliados nos los pinta como monstruos desalmados para de alguna manera justificar cualquier exceso cometido en el proceso de combatirlos. Claro que los nazis hicieron hasta lo inimaginable para ganarse el odio de toda Europa, pero resulta curioso que después de la guerra todo el mundo se hiciera el loco con respecto a los campos de concentración de Stalin (uno de los Aliados), que no eran muy diferentes de los de los nazis. Éstos sólo vinieron a ser condenados públicamente en occidente cuando la Unión Soviética pasó de Aliado a convertirse en el ?Eje del Mal? según los gringos. Un ejemplo más reciente es el de la prisión de Abu Ghabi en Irak, donde los abusos cometidos contra los prisioneros políticos están plenamente justificados por los guardianes norteamericanos. Sin embargo, cuando la prisión estaba ocupada por los contradictores de Saddam, los mismos abusos cometidos contra los prisioneros eran algo inadmisible para Occidente y no hacían más que confirmar que el dictador era un monstruo. ¿Dónde está la diferencia? ¿Acaso me perdí de algo? Obviamente hay diferencias en los dos casos, pero creo que la que prima es que el anterior dueño de la prisión fue derrotado por sus actuales propietarios.
    Volviendo al libro, el segundo aspecto interesante gira alrededor de los detalles sobre las posibles enfermedades de Hitler. El autor se basa en numerosos testimonios para proponer que muchos aspectos del comportamiento de Hitler corresponden a los síntomas de una paranoia rayana en la esquizofrenia y a los efectos secundarios de una enfermedad venérea como la sífilis.
    Efectivamente, el comportamiento de Hitler sugiere que tendía a ver las cosas y las personas, no como realmente son, sino a través de un modelo mental. Hace poco un amigo me recordó que "el mapa no es el territorio", y tal parece que al Führer le costaba distinguir entre ambos. Al parecer lo real para él era la película en la que se había montado, donde las personas, las cosas y las naciones no existían más allá de las dimensiones en que él los había categorizado, ni tenían matices pues percibía todo en blanco y negro (especialmente negro cuando se trataba de lo que no fuera puramente alemán). Esto fue probablemente lo que lo llevó a subestimar a "las hordas subhumanas" que acosaron a Alemania hasta vencerla, puesto que el único atributo que les veía a los rusos en su imagen mental era el de ser uno de los tantos enemigos que buscaban destruirlo (aquí aparece su paranoia), desconociendo que pudieran tener perseverancia o afán de supervivencia, atributos que creía inherentemente alemanes.
    En resumen, la obra resulta bastante entretenida porque retrata a un personaje con una complejidad que trasciende la caricatura que nos pintaban en Popeye o en el Capitán América, con un trasfondo que resulta convincente, fruto de la decorosa objetividad del autor (lo cual resulta notable dado que su propio padre luchó contra el regimiento donde sirvió Hitler en la Primera Guerra Mundial). Es decir, el caso de Hitler no fue el caso aislado de un loco que un día se levantó decidido a hacer el mal, sino más bien el de un fanático que aprovechó las oportunidades que las condiciones políticas y socioeconómicas de la época le ofrecieron para cumplir lo que creyó su destino. Esto significa que si Hitler no hubiera existido, muy posiblemente algún otro hubiera aparecido para aprovechar dichas condiciones. Así mismo, también significa que si las condiciones vuelven a presentarse puede que la historia se repita, puesto que los fanáticos no faltan y quizá lo único que necesiten es un entorno convulsionado.

jueves, 14 de julio de 2005

Lo que aprendí de la democracia chilena

Ayer (2005-07-13) el senado de Chile aprobó una reforma trascendental para llevar su modelo político al nivel de una democracia moderna (ver cómo lo reseñaron varios periódicos chilenos como El Mercurio y La Raza). Entre las reformas más importantes está la que recorta el período presidencial de seis a cuatro años sin posibilidad de reelección inmediata y la que elimina las curules de los senadores designados (que no han sido elegidos por el pueblo sino que son designados por diversas instituciones) incluyendo la de senador vitalicio (hecha a la medida de Augusto Pinochet). Esta es la culminación de un proceso valiente adelantado por una sociedad que se le midió a recuperar para la democracia poderes que estaban concentrados en instituciones que el ex-dictador manejaba a control remoto, como el Consejo de Seguridad Nacional (donde dos de sus cinco miembros eran militares), que tenía más poder que el Senado y la Corte Suprema de Justicia juntos.
    Mi reflexión sobre esta noticia es que están desmontando con mucho esfuerzo el gorila que Pinochet les montó en su institucionalidad, para someterse otra vez a los inconvenientes que trae funcionar como una democracia. Esto no deja de ser curioso porque Chile vivió en carne propia las consecuencias de una dictadura militar, que trajo un envidiable desarrollo económico ayudado en gran parte por dólares del Imperio (a Pinochet lo acusaron de enriquecimiento ilícito por millones de dólares), pero a un precio tan alto que al parecer los chilenos de hoy hubieran preferido no pagar.
    A la luz de lo anterior, el caso colombiano no deja de ser exótico: después de ser una de las democracias más antiguas y continuas del continente (apenas dos dictadores en toda su historia), los Uribistas están clamando por la re-elección INMEDIATA de su mesías, demostrando así una visión cortoplacista que no tiene en cuentas las repercusiones futuras de esta figura. Ahora, no estoy diciendo que lo que es bueno para los chilenos sea también bueno para los colombianos. Obvio que hay diferencias, pero por lo menos el caso de Chile nos sirve como referente para pensar que después de haber probado la fórmula de la extrema derecha (decisiones rápidas, resultados inmediatos y cero tolerancia al cuestionamiento de la autoridad) ellos pueden tener algo que enseñarnos sobre el tema. Y pienso que el hecho de que estén luchando por salir de la extrema derecha para someterse a los vaivenes de la democracia es algo de lo que deberíamos aprender.
    Democracia representativa no significa sólo que la mayoría elija a quien vaya a gobernar a la sociedad. Además necesita mecanismos que desestimulen los abusos de los que tienen poder sobre los que no lo tienen, como:

  • períodos de gobierno definidos y no muy largos para que la rotación de los gobernantes se dé mediante la transferencia del poder (por las buenas).
  • reglas del juego establecidas de antemano que rijan para todos y no de acuerdo a las conveniencias del momento o de las personas de turno para que la gente pueda prever las consecuencias de sus acciones.
  • manejo público de los asuntos públicos para que el pueblo pueda fiscalizar.
  • separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial para que haya control descentralizado.

    Una dictadura puede ser muy atractiva para quienes sueñan con un Estado más eficiente y que pueda mostrar resultados inmediatos, sin tanto debate y sin pedir tanto permiso. Pero esta forma de gobierno tiene el mismo problema que las monarquías: la calidad del gobierno depende de la calidad del monarca de turno. Si el gobernante es bueno, se espera que el gobierno así mismo sea bueno, pero si resulta ser malo, no hay mecanismos para cambiarlo por otro mejor. Ahora los uribistas ven con mucho entusiasmo la posibilidad de que Uribe permanezca largo tiempo en la presidencia y ojalá con más poder, pero tal vez no se dan cuenta de que así también le están abriendo la puerta a que otros personajes menos idóneos se aprovechen de las reformas hechas a la medida de Uribe.
    Por mi parte, creo que, como todas las cosas que valen la pena, el camino difícil es el que más posibilidades tiene de obtener resultados duraderos a largo plazo: formar verdaderos partidos políticos que defiendan una filosofía de gobierno y que le den continuidad más allá de las personas.

miércoles, 6 de julio de 2005

Las raíces del miedo

¿Cuáles son las raíces del miedo? ¿Hay más de un miedo? Abro aquí la discusión:
    En primer lugar, propongo el miedo a perder aquello a lo que estamos apegados, que nace de la creencia de que nuestra felicidad está sometida a la posesión de cosas o de relaciones con otras personas. Pensar de esta forma es la que nos lleva a un ataque de pánico al imaginarnos sin celular por un par de días o tras una catastrófica caída de Internet que nos aleje del correo electrónico. Como con todas las adicciones, ya sea a la coca-cola, al combo 1 (tinto + cigarrillo) o a otras variantes recreativas de origen vegetal, decimos que podemos dejar nuestros apegos cuando queramos, que no controlan nuestras vidas.
    Como muy bien expuso Adapar el desapego sería la única forma de vencer esta expresión del miedo. Uno de los preceptos fundamentales del budismo dice más o menos que el deseo (entendido como apego) es la raíz del sufrimiento. Si nos desapegamos, si nos preparamos para dejar libres aquellas cosas o personas que queremos, en teoría podremos amar sin caer presas del miedo a perder. Fácil, ¿no?
    En segundo lugar, podríamos hablar del miedo a lo desconocido. Yo diría que bien manejado, este tipo de miedo es la voz de la prudencia que no está de más escuchar. Sin embargo, repito que hay que saberlo manejar porque las situaciones desconocidas son fuentes de amenazas pero también de oportunidades. Si nunca sobreponemos nuestro temor a lo desconocido jamás conoceremos a personas fuera de nuestro círculo ni conoceremos otras opciones distintas a las que los comerciantes y políticos nos quieran meter por los ojos. Esta clase de temor es el combustible (aunque no la única causa) de la xenofobia, de las luchas de clases y de la violencia.
    Creo que aquí la clave está en correr riesgos calculados, aunque de vez en cuando no viene mal un salto al vacío, ¿cierto? Pienso que en la medida en que vayamos teniendo éxitos y que vayamos comprobando que un estrellón no es el fin del mundo, nos vamos tomando confianza para perderle el miedo a lo desconocido.
    En tercer lugar, yo propongo el miedo a lo que no nos gusta de nosotros mismos. Los mejores ejemplos que se me vienen a la memoria son el vecino de "American Beauty" y Adolf Hitler. En el primer caso, el tipo le tenía un terror inconcebible a aceptar su propia homosexualidad, por lo que trataba de reprimirla rayando ya en lo obsesivo. En otras palabras, homofóbico por fuera, pero gay vergonzante por dentro. En el caso de Hitler, algunos han tratado de ver en su odio por los judíos algo más que otro ejemplo más de su oportunismo descarado (dijo lo que muchos Alemanes querían oir). Algunos investigadores han especulado acerca de que Hitler tuviera, al menos en parte, sangre judía o gitana, lo cual podría explicar por qué buscaba distinguirse de estas etnias convirtiéndose en un entusiasta perseguidor de minorías, también llegando a extremos obsesivos. Tal vez Hitler creía que siendo pelinegro y bajito (todo lo contrario de sus SS monos, altos y ojiazules) era la única forma de que a nadie se le ocurriera acusarlo de ser judío. ¿Quién sabe?
    Aquí creo que toca hacer de tripas corazón y darse la pela de conocerse a sí mismo. Si hay algo en nosotros que no nos gusta, nunca dejaremos de verlo reflejado en todo lo que nos rodea, por lo que la mejor jugada parece ser aceptarse a sí mismo como uno es. Si hay algo que podamos hacer para cambiarlo, perfecto (un régimen de abdominales suelen ser el remedio para el ?síndrome de Michelín?), pero si no es así, la aceptación suele ser la única salida para convivir con las cosas de las que no podemos alejarnos.
    ¿Habrá otros tipos de miedo?