jueves, 14 de julio de 2005

Lo que aprendí de la democracia chilena

Ayer (2005-07-13) el senado de Chile aprobó una reforma trascendental para llevar su modelo político al nivel de una democracia moderna (ver cómo lo reseñaron varios periódicos chilenos como El Mercurio y La Raza). Entre las reformas más importantes está la que recorta el período presidencial de seis a cuatro años sin posibilidad de reelección inmediata y la que elimina las curules de los senadores designados (que no han sido elegidos por el pueblo sino que son designados por diversas instituciones) incluyendo la de senador vitalicio (hecha a la medida de Augusto Pinochet). Esta es la culminación de un proceso valiente adelantado por una sociedad que se le midió a recuperar para la democracia poderes que estaban concentrados en instituciones que el ex-dictador manejaba a control remoto, como el Consejo de Seguridad Nacional (donde dos de sus cinco miembros eran militares), que tenía más poder que el Senado y la Corte Suprema de Justicia juntos.
    Mi reflexión sobre esta noticia es que están desmontando con mucho esfuerzo el gorila que Pinochet les montó en su institucionalidad, para someterse otra vez a los inconvenientes que trae funcionar como una democracia. Esto no deja de ser curioso porque Chile vivió en carne propia las consecuencias de una dictadura militar, que trajo un envidiable desarrollo económico ayudado en gran parte por dólares del Imperio (a Pinochet lo acusaron de enriquecimiento ilícito por millones de dólares), pero a un precio tan alto que al parecer los chilenos de hoy hubieran preferido no pagar.
    A la luz de lo anterior, el caso colombiano no deja de ser exótico: después de ser una de las democracias más antiguas y continuas del continente (apenas dos dictadores en toda su historia), los Uribistas están clamando por la re-elección INMEDIATA de su mesías, demostrando así una visión cortoplacista que no tiene en cuentas las repercusiones futuras de esta figura. Ahora, no estoy diciendo que lo que es bueno para los chilenos sea también bueno para los colombianos. Obvio que hay diferencias, pero por lo menos el caso de Chile nos sirve como referente para pensar que después de haber probado la fórmula de la extrema derecha (decisiones rápidas, resultados inmediatos y cero tolerancia al cuestionamiento de la autoridad) ellos pueden tener algo que enseñarnos sobre el tema. Y pienso que el hecho de que estén luchando por salir de la extrema derecha para someterse a los vaivenes de la democracia es algo de lo que deberíamos aprender.
    Democracia representativa no significa sólo que la mayoría elija a quien vaya a gobernar a la sociedad. Además necesita mecanismos que desestimulen los abusos de los que tienen poder sobre los que no lo tienen, como:

  • períodos de gobierno definidos y no muy largos para que la rotación de los gobernantes se dé mediante la transferencia del poder (por las buenas).
  • reglas del juego establecidas de antemano que rijan para todos y no de acuerdo a las conveniencias del momento o de las personas de turno para que la gente pueda prever las consecuencias de sus acciones.
  • manejo público de los asuntos públicos para que el pueblo pueda fiscalizar.
  • separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial para que haya control descentralizado.

    Una dictadura puede ser muy atractiva para quienes sueñan con un Estado más eficiente y que pueda mostrar resultados inmediatos, sin tanto debate y sin pedir tanto permiso. Pero esta forma de gobierno tiene el mismo problema que las monarquías: la calidad del gobierno depende de la calidad del monarca de turno. Si el gobernante es bueno, se espera que el gobierno así mismo sea bueno, pero si resulta ser malo, no hay mecanismos para cambiarlo por otro mejor. Ahora los uribistas ven con mucho entusiasmo la posibilidad de que Uribe permanezca largo tiempo en la presidencia y ojalá con más poder, pero tal vez no se dan cuenta de que así también le están abriendo la puerta a que otros personajes menos idóneos se aprovechen de las reformas hechas a la medida de Uribe.
    Por mi parte, creo que, como todas las cosas que valen la pena, el camino difícil es el que más posibilidades tiene de obtener resultados duraderos a largo plazo: formar verdaderos partidos políticos que defiendan una filosofía de gobierno y que le den continuidad más allá de las personas.

1 comentario:

Julián Hoyos dijo...

De acuerdo con la sentencia: los mecanismos instaurados a la carrera y a la medida pueden ser perjudiciales según el gobernante de turno o el siguiente no esté a la altura y abuse. Pero creo que los casos Chile y Colombia son bastante diferentes. Mientras en chile el partido de izquierda ha tenido una presencia fuerte y la conciencia social está muy arraigada, en Colombia la izquierda a duras penas ha intentado dar pequeños pasitos y la conciencia social es un comercial de T.V.
Y eso es sólo parte de la problemática, pues hay algo de verdad en el fondo en las palabras de Don Loco de Al Lado cuando se refiere a nuestro pais como un pais burgués. Y esa es sólo una porción de las diferencias. Hay muchísimas muy profundas. Como lo rudo y prolongado de las dictaduras allá.
Lo que sí creo es que en ambos países se intenta acabar con "eso" que tanto mal hace o ha hecho. Ellos tratan de borrar del recuerdo la causa de los millares de muertos de izquierda y centro izquierda que dejó la dictadura, mientras nosotros exploramos a punta de acierto y error la forma de que los grupos armados (que de causa social no tienen un pelo ya)no dejen más muertos. Chile está en el proceso de pulir la democracia aprovechando la estabilidad y madurez social que se respira. Supongo yo que nosotros deberíamos entrar a pulir o rehacer la nuestra (democracia paradójica, segun Estanislao Zuleta)una vez estén controlados los factores de riesgo o desestabilizadores. Por ahora nadie me saca de la cabeza que en un país en guerra es muy dificil hacer la tradicional política de paz. El problema es que esto compite con el afán de construir una legislación que apunte a una sociedad más equilibrada y justa. Qué pena lo largo.