viernes, 24 de febrero de 2006

Lo que quiero ser cuando sea grande

Sí, hoy cumplo 32 años. Y a pesar de que posiblemente ya debería tener una gran serie de logros detrás de mí, justamente ayer no podía evitar pensar en lo que quiero ser ?cuando sea grande?.

Hasta hace poco mi idea de lo que quería ser estaba representada en mi senador favorito: Jorge Enrique Robledo.

Sin embargo tuve la oportunidad de conocer a Hernando Gómez Buendía y creo que ahora tengo un nuevo modelo a seguir. Independientemente de que llegue o no al Senado, pienso que Gómez Buendía tiene el balance perfecto entre precisión analítica y pasión por lo que hace.

Justo el balance que he estado buscando en un personaje real que sólo creía posible en mi personaje de ficción favorito: el capitán Jean Luc Picard de Viaje a las Estrellas.

¡Mierda! Creo que estoy cayendo otra vez en un patrón... Pero por lo menos no van a poder decir que no estoy tratando de parecerme a mi referente... al menos físicamente, ¿no? :)

Vamos a ver si dentro de 30 años puedo decir que pude mantener a raya mi lado oscuro y parecerme un poco más a lo que espero de mí mismo.

sábado, 11 de febrero de 2006

Una propuesta políticamente incorrecta sobre la cultura


Hay pocas preguntas más espinosa y motivadoras de respuestas políticamente incorrectas que "¿qué es cultura?". Sin embargo, si quiero influir de alguna forma en la cultura, esta es una cuestión que debemos abordar tarde o temprano.
          Ya que tratar de definir qué es cultura puede ser demasiado ambicioso para las pretensiones de esta humilde bitácora, me contento con pellizcar el tema con una definición funcional, es decir, tratar de ubicarla a partir de aquello para lo que nos sirve. "¿Cómo así? ¿Y es que la cultura sirve para algo?". Yo propongo que sí.
          En primer lugar, pienso que la cultura es una herramienta evolutiva (lo siento; a pesar de lo fascinante que me pueda parecer la idea del "diseño inteligente" que promueve la derecha conservadora del Imperio, para mí no pasa de ser fascinante pero indemostrable) que distingue a nuestra sociedad de las comunidades de otras especies.
          Efectivamente, pienso que las especies animales y vegetales fueron evolucionando al probar cambios en sus características físicas. Los especimenes con los cambios que les dieran alguna ventaja en un entorno físico cambiante sobre otros que no las tuvieran tenían más posibilidades de sobrevivir y pasar esas características adaptadas a su descendencia. Como consecuencia, especies muy similares entre sí fueron transformándose físicamente de acuerdo con su entorno hasta hacerse muy diferentes entre sí. Fue así como los pingüinos ganaron tejido adiposo y perdieron la mayor parte de sus plumas, como los frailejones se volvieron peludos, como los primates se volvieron nuestros ancestros y las tortugas... Bueno, las tortugas han demostrado que su cuerpo se adapta tan bien a su entorno que prácticamente no han cambiado desde la época en que lo peor que te podía pasar era que un Tiranosaurio te tuviera ganas.
          Durante la Revolución Industrial los inventores durante imitaron a la naturaleza al crear herramientas especializadas para cada entorno específico. Así fue como nacieron las sumadoras (que muchos contadores, tenderos y cajeros de banco todavía usan), los teléfonos, las cajas registradoras, etc. Todas son parecidas, pero el entorno específico donde se usan motiva a que las construyan con características únicas que las hacen idóneas para su entorno.
          Pero siguiendo con el cuento evolutivo, hubo un momento crucial en el que nuestros ancestros inventaron los símbolos y desarrollaron su habilidad para usar y construir herramientas (hay otros animales que también usan herramientas, pero no llegan a vivir tanto como para inventarlas). Pienso que la conjunción de estas dos cosas fue lo que permitió la aparición de la cultura, que convirtió a nuestros ancestros en homo sapiens. Efectivamente, nuestros ancestros dejaron de cambiar su cuerpo en cuanto a su funcionalidad para adaptarse más rápidamente a través del cambio en las prácticas que pasaban de una generación a otra. Por ejemplo, con el advenimiento de cada era glacial, entre los humanos se puso de moda la ropa de calle hecha de pieles de animales, mientras que animales de otras especies debían emigrar o morir porque no eran capaces de adaptar sus cuerpos a la velocidad suficiente para soportar los cambios drásticos del entorno. Donde muchos animales murieron, nuestra especie prevaleció gracias a la ventaja adaptativa que le daba su cultura.
          Siguiendo con la analogía de las máquinas, los inventores imitaron otra vez a la naturaleza al crear computadores genéricos programables. Con el mismo hardware, podían adaptarse a gran velocidad a necesidades muy diferentes a través de un software específico. Es más, si el hardware es lo bastante potente, puede soportar diferentes versiones del software que vayan ajustándose cada vez más a las necesidades de los usuarios, mucho más rápido de lo que sería posible (o rentable) hacer los mismos cambios directamente sobre la estructura física de la máquina. Según este orden de ideas, refino mi definición de cultura: es el software que le permite a los individuos de una sociedad adaptarse a su entorno sin tener que modificar su hardware.
          Ahora nuestra generación está viendo cambios más drásticos y acelerados de los que les ha tocado ver a las que la precedieron. De nosotros depende que la cultura refleje las habilidades que nos permitirán sobrevivir como individuos. Y no es simplemente una cuestión retórica sino cuestión de supervivencia, ya que, por ejemplo, si eres hombre en Cali y no bailas salsa, tus posibilidades de reproducción se reducen drásticamente.
          ¿Qué opinan?

lunes, 6 de febrero de 2006

Reencuentro con el pasado

Creo no estarle dañando el final de la película a nadie si digo que Cali es un pueblo chiquito donde todo se acaba sabiendo. Y no es que eso me represente un problema porque tenga mucho que ocultar o que me asuste la idea de ser pillado con las manos en la masa: personalmente he intentado vivir de tal forma que, si después tuviera que rendir cuenta pública de lo que hecho, no tenga de qué avergonzarme. De hecho, muchas cosas de las que hago me darían pena si se supieran (como por qué me demoro tanto en levantarme en las mañanas), pero no me darían vergüenza.
          Sin embargo, no deja de sorprenderme cómo acabo conociendo gente nueva que de una u otra forma tiene relación con mi pasado. O en otras ocasiones, personas que conocí en círculos diferentes y por razones completamente distintas, resultaban habiendo tenido alguna clase de relación con anterioridad. Por ejemplo, alguien que conocí "por casualidad" y con quien mantuve contacto de milagro porque ahora vive en Europa, resultó que conocía a mi ex-novia desde que estaban en el colegio.
          Pero definitivamente lo que me pasó la semana pasada se lleva por delante a todos los ejemplos que hubiera podido citar hasta ese momento. Una amiga misteriosa que aún me desconcierta y que conocí de la forma menos pensada, me preguntó hace pocos días si yo había escrito un poema llamado Retrato. No recordaba haberlo hecho, por lo que empecé a especular que podría tratarse del "otro" Andrés Meza, el poeta costarricense que todavía me supera en el afecto de Google. Sin embargo, cuando ella me mostró el texto del poema que había bajado de Internet hacía varios años (mucho antes de conocernos) tuve que reconocer que, en efecto, era mío.
          Aclaremos algo. Escribir poesía es una de esas cosas de las que no me avergüenzo, pero que definitivamente sí me da pena hacer públicas porque nunca fui muy bueno. Aun así pienso que el olvido, más que un esfuerzo intencional, se debe más a una trampa de mi inconsciente: cuando escribí el poema era particularmente vulnerable emocionalmente y el texto es fiel reflejo de lo que sentía en ese momento. Definitivamente se trata de una etapa de mi vida que ya creía superada.
          Nada más lejos de la realidad. Conversando con un par de amigos al calor de un café en Unicentro, me di cuenta de que los tres nos encontramos de nuevo en una situación de especial vulnerabilidad. Al igual que cuando escribí Retrato, los tres estamos ilusionándonos con alguien en medio de la mayor incertidumbre: no saber siquiera si la atracción es correspondida.
          ¿Qué pasará ahora? Ni siquiera el Tarot de Gaceta lo sugiere. Pero puedo estar seguro de que lo que he hecho en el pasado vuelve para mirarme a los ojos y en un universo con aires de pueblo chiquito donde todo se acaba sabiendo, ser fiel a lo que siento y a mi búsqueda personal es la mejor forma de poder ver a los ojos a los demás cuando en el futuro me los vuelva a encontrar.




RETRATO


Quise pedirte un retrato tuyo,
porque pensé en soñar
con la serena calma
de las lagunas de tus ojos;


porque pensé en deleitarme
acariciando con la mirada
la azabache sensualidad
de tu cabello suelto;


y porque pensé en derretirme
frente a tus labios,
como siempre me pasa
cuando veo tu sonrisa.


Pero después decidí no pedirte ningún retrato
porque no podría soportar la idea
de verte cada día
y no poder estar a tu lado.


Andrés Meza Escallón

viernes, 3 de febrero de 2006

PUSH para blog; bienvenida bita


Como aparentemente soy el único que se quedó "lacayando" un viernes por la noche por cuenta de la independencia (que significa pasar de ser esclavo de un empleo a ser esclavo de mí mismo), aprovecho la banda ancha de mi mazmorra para ser el primero en declarar formalmente mi adopción del neologismo propuesto por Daniel: bita.
          Con el ánimo de ser consecuente (practicar lo que predico), indagué un poco sobre una buena opción en español para la palabra"blog". Lo chévere es que Wikipedia coincide en que una buena traducción al español es "bitácora", lo que parece confirmar que vamos por buen camino. Aunque en un principio pensé que sería estupendo rescatar "bitácora" (nadie la usa en su vida cotidiana, excepto los oficiales de Viaje a las Estrellas doblados al español) pienso que en comparación con la palabra original podría perder puntos al ser más larga. Bita tiene el encanto de lo corto. Y aunque en español signifique otra cosa (en el Diccionario aparece como un oscuro término náutico que sólo usan quienes navegan a vela), su poco uso nos da ánimos para resignificar una palabra perfectamente castiza de tal forma que nos sirva para reflejar en nuestro idioma la realidad cambiante del mundo.
          De nosotros depende adaptar la cultura a nuestra realidad. Démosle un empujón.