martes, 25 de octubre de 2005

El desafío cuántico de las columnas de opinión


En primer lugar yo parto del supuesto de que nada de lo que hagamos o digamos será realmente nuevo. Hay quienes dicen que para verlo todo sólo hay que vivir lo suficiente y si repasamos la historia más allá de un par de generaciones vemos que ésta tiende a repetirse a sí misma. No en vano tipos como Nicolás Maquiavelo, Karl Marx o Alvin Toffler han identificado patrones y fuerzas sociales, políticas y económicas de todo tipo que explican los acontecimientos de la historia y hasta se atreven a predecir grosso modo los acontecimientos del futuro (y en muchos casos aciertan). Es por esta razón que las columnas de Antonio Caballero siempre parecen la misma, ya que los actos y los temas que lo indignan cada semana son básicamente los mismos hoy que hace cuatro años, y que hace 20 y que hace 100.
             De acuerdo con lo anterior, por brillantes que nos parezcan nuestra conclusiones, muy probablemente siempre encontraremos alguien lo suficientemente viejo o lo suficientemente culto como decirnos en nuestra cara que logramos "descubrir que el agua moja". Pues claro, ¿quienes somos nosotros frente a gigantes como Buda, Platón, Tomás de Aquino o José Ortega y Gasset? ¿Qué nos hace pensar que hemos descubierto algo nuevo cuando semejantes genios ya tuvieron cientos de años para descubrirlo?
             Algo parecido sucede con el mundo físico. Si superestrellas como Aristarco de Samos, Kepler, Copérnico o Newton crearon modelos que predicen el movimiento de los cuerpos celestes, pareciera que los planetas no tienen más remedio que obedecer con resignación los dictados de sus severas leyes. Estas leyes y modelos dieron origen a una cosmología mecanicista según la cual todos los movimientos de los cuerpos del universo ya fueron determinados por las condiciones iniciales del Big Bang (incluyendo nuestros comportamientos). Y sin embargo, sus herederos deben contener su indignación ante la desconcertante manía de las partículas subatómicas de hacer lo que les da la gana sin importar sus reprobadoras miradas que esperan ver acatadas las sagradas "leyes". La física cuántica nos devuelve así el libre albedrío que el mecanicismo nos quería arrebatar, y nos recuerda que por inevitables y predecibles que parezcan los eventos que nos rodean, como individuos que conforman ese enorme mecanismo que llamamos sociedad todavía tenemos la responsabilidad y el derecho de elegir, dentro de ciertos límites, qué queremos hacer y cómo.
             Pues mi brillante perogrullada de turno es que, aunque hay verdades históricas que deben nuevamente ser dichas en una sociedad que padece de amnesia, lo realmente novedoso y atractivo de una columna de opinión es la reinterpretación de la realidad a partir de la propia experiencia de quien escribe. Lo que nos ha pasado en la vida seguramente ya le pasó a un personaje de Homero, de Joyce o de Cortázar, pero nunca exactamente de la misma manera, en las mismas circunstancias, con la misma intensidad. Eso es lo que yo creo que podemos trasmitirle a quienes nos leen, mostrándonos, desnudándonos, exponiéndonos como seres humanos para que el lector pueda identificarse y sentirse atraído por la experiencia de un congénere. El lector que ya conozca la realidad objetiva se sentirá atraído por la novedad que representa ver esa misma realidad pero a través de la perspectiva de la propia subjetividad del autor. Todo lo demás será noticia, información.
             Por eso me gustan tanto los artículos de opinión o las crónicas que rescatan algún evento de la vida personal de autor, que nos permitan contextualizar y matizar las conclusiones o la interpretación de la realidad que está aportando en su trabajo. Uno puede aportar hechos concretos (que el artículo sea de opinión no significa que no se deban argumentar las tesis defendidas) pero sin duda su interpretación se ve influida por las circunstancias del autor, y en la medida en que las conozcamos podremos entender su posición independientemente de que compartamos o no su posición.
             Para hablar de ejemplos concretos, de las columnas de opinión de Semana la que más me gusta es la de Héctor Abad Faciolince, ya que en cada edición reúne todos los elementos que considero que debe tener un trabajo de este tipo. Sin caer en el dogmatismo o el fanatismo, expone las razones personales que influyen en la carga emocional de sus posiciones, sin dejar por ello de argumentarlas con una decorosa objetividad. Este balance entre emoción y razón, subjetividad y objetividad es lo que hace para mí la columna de Héctor Abad atractiva, sorpresiva, novedosa, mientras que la de Antonio Caballero es casi seguro que va a atacar al presidente-candidato Uribe y la de María Isabel Rueda a defenderlo.

lunes, 17 de octubre de 2005

Lo que he estado jugando: Star Trek Bridge Commander

             Por si alguno se ha preguntado por qué no he vuelto a escribir al ritmo en que lo estaba haciendo, la respuesta está en un par de juegos de simulación/estrategia que me atraparon hace algunas semanas.
             El primero de ellos es "Star Trek: Starfleet Command", que consiste en una serie de campañas militares donde se juega como un soldado del Imperio Klingon, del Imperio Estelar Romulano o de la Federación Unida de Planetas. A diferencia de "Star Trek: Armada II" donde se juega con el Enterprise-E de Jean-Luc Picard, en este juego toca arrancar desde abajo con una nave lijera que se puede ir equipando o cambiando por otra mejor en la medida en que se avance en las misiones. Dependiendo del bando en el que se esté, las misiones se tratan de conspirar contra la alianza Klingon-Federación o de protegerla. Para los que consideren muy fáciles estas campañas, también hay misiones libres donde puede enfrentarse a hordas de Borgs dispuestos a asimilar al jugador.
             Este juego ha sido mi primera experiencia con el manejo de una tripulación. Implícitamente se entiende que una nave más grande que un transbordador necesita más de una persona para manejarla, pero en otros juegos se asume que el comandante toma todas las decisiones y ejecuta los comandos necesarios (todo en uno). Aunque ocurre lo mismo con "Starfleet Command", lo novedoso para mí fue que dependiendo de las habilidades que se ejerciten más en cada misión, el oficial responsable de esa área tendrá "más cancha" en la siguiente batalla. Esto implica que si en una estación espacial se recluta, por ejemplo, un buen oficial táctico, el desempeño será bueno al dispararle a los enemigos. Si por el contrario en un encuentro llegan a haber daños graves en el casco y se muere o incapacita el oficial de ingeniería o el timonel, la navegación se vuelve muy problemática porque lo sustituye un suboficial con menos capacidad.
             Por otra parte, "Star Trek: Bridge Commander" es otro paseo completamente diferente. Si bien en "Starfleet Command" los oficiales eran la novedad, no pasaban de ser voces en medio del juego y una ficha de desempeño en el cuadro de oficiales de la tripulación. En "Bridge Commander" se juega desde la silla del capitán de una nave clase "Galaxia" (la misma de la serie de TV "Star Trek: The Next Generation"), con lo que más de uno podrá cumplir la fantasía de jugar a ser Jean-Luc Picard al frente del Enterprise-D. Esto implica que el comandante toma las decisiones y se las comunica a sus oficiales del puente (o aprueba sus recomendaciones) FRENTE A FRENTE, EN EL PUENTE DE MANDO DE LA NAVE.
             Aunque también está la opción de "salir" del puente y ver la acción desde fuera de la nave, la sensación de estar en la silla del capitán es muy distinta. Incluso cuando un enemigo logra abatir los escudos y acertarle al casco de la nave, la pantalla tiembla como en las películas, las consolas de los oficiales chisporrotean y los tripulantes se agarran para no caerse del asiento. Para mí, esto hace que la inmersión sea todavía mayor, hasta el punto que mis vecinos deben estarse preguntando a qué se deben los madrazos que grito cuando fallo en alguna misión. Espero que se me pase con los días.
             De todos modos, para los fanáticos del universo de Viaje a las Estrellas estos son juegos de culto, que sin embargo estoy seguro de que pueden satisfacer a la mayoría de los adictos a los juegos de simulación. Para mí la mayor ventaja radica en que, como son juegos relativamente viejos (2002-2003) son soportados suficientemente por mi humilde tarjeta de video ATI Radeon 7000 y no requieren periféricos especiales para mejorar la experiencia sino que pueden jugarse sin problemas a punta de ratón y teclado, como los clásicos.
             Un aspecto final para resaltar. Como el espacio cósmico es tridimensional, los asteroides, estaciones espaciales y naves se distribuyen también tridimensionalmente en dicho espacio. Para mantener la simulación lo más real posible, el juego representa los objetos efectivamente en 3D, pero no obliga al jugador a estimar distancias ni adivinar posiciones relativas de los objetos con respecto a la nave como lo hace "Homeworld", por ejemplo. Este último juego es también bastante realista, pero manejar el espacio tridimensional es tan complejo que a veces algo tan sencillo como interceptar un asteroide que está "quieto" es una hazaña. "Armada II" y "Starfleet Command" por su parte le apuestan a una organización sencilla en un "plano" bidimensional del cual casi no se separan los objetos, por lo que navegar en el espacio es casi como hacerlo por un mapa. Los creadores de "Bridge Commander" acogieron la solución natural que le han dado los creadores de la serie en las películas: hacer el el computador de la nave rastree los objetos (bajo el control del oficial de operaciones) y permitir al timonel fijar un curso hacia las coordenadas que la máquina le dé a escoger. Con lo complejo que puede ser navegar en el espacio (o luchar contra un destructor Romulano) donde no se cumplen muchos de los supuestos de la navegación aérea, creo que en un futuro cercano la navegación espacial será como la plantean en este juego que posiblemente se vea restrospectivamente dentro de muchos años como profético.

Fotos de mi ruta en bicicleta



Hoy publiqué en mi album algunas fotos de mi ruta en bicicleta, incluyendo algunas de mi visita a la nueva sede de ParqueSoft. Afortunadamente llegar hasta allá en bicicleta es mucho más fácil que trepar hasta la sede anterior en la San Buenaventura (alguna ventaja debía tener el trasteo).