jueves, 28 de septiembre de 2006

Aaaaay ¡tan lindo!


Hace un año, cuando la que era mi novia en ese entonces se fue para Londres, lo que yo tenía presupuestado es que no iba a verla en al menos tres años (un par de años de ella por allá, más el año que pienso estudiar en Inglaterra). Tres años eran un sólido argumento racional para resignarme a que la relación se acabara independientemente de lo que sintiera en el corazón; perfecto para todo lo Virgo que era en ese entonces.
          Sin embargo, el lunes estaba en medio de una difícil reunión de trabajo, cuando ella me saludó por el Messenger y me contó que va a regresar al país este mismo año.
          Aclaremos varias cosas. Primero que todo, la posibilidad de que nuestra relación pasada continúe donde se interrumpió, o tan siquiera que haya campo para que se dé una nueva relación son bastante remotas, no tanto por mí sino por las circunstancias de ella.
          Segundo, sin el argumento de la separación por tres años me quedé sin la única base racional que me protegía de las emociones que había congelado, hasta el punto en que no sé cómo pueda reaccionar yo en el momento en que vuelva a verla.
          Tercero, desde que ella se fue no he estado nada cerca de tener una nueva relación con otra persona, a pesar de mis muchos intentos y falsas alarmas. Eso me dejó la autoestima por el piso porque durante este mismo tiempo ella sí claramente siguió adelante con su vida emocional mientras que esa parte de mi vida se quedó estancada.
          Todo esto que intenté expresar de forma clara y ordenada se me vino a la cabeza al mismo tiempo, a quemarropa. De una me dieron ganas de llorar, pero me tuve que aguantar porque me daba oso chillar en plena reunión. Cuando le conté esto a una amiga, lo que le nació decir fue "Aaaay... ¡tan lindo!", lo que en medio de mi consternación yo interpreté como "¡TAN GÜEVÓN!". Para mí este es el indicador más claro de mi transformación de virgo cuadriculado en piscis hipersensible, que aunque ya veía venir (mi hipótesis es que cada siete años se invierte la intensidad con la que nos influyen nuestro signo solar y nuestro signo ascendente) no creí que me fuera a afectar tanto.
          ¿Tan lindo yo? Supongo que uno debe aceptarse como es, pero por ahora no puedo evitar preguntarme si me sirve de algo. Temo que, al igual que Anakin Skywalker, el miedo acabe por impulsarme a buscar refugio en el lado oscuro, y la verdad ya no siento que tenga motivación alguna para resistirme.

PD: Afortunadamente el bajonazo que experimenté ese día se me pasó con el viaje a Bogotá.
          Lo que me tiene tranquilo en este momento es recordar la regla de oro que seguí durante los muchos años en los que me sentí más solo que un político honesto en el Congreso: "Mientras ella sea la novia de otro man, pensar siquiera en ella es tan inútil como arar en el mar".

miércoles, 20 de septiembre de 2006

Hace 10 años


Hace 10 años estudiábamos en una universidad que, más que la puerta hacia el Universo, parecía un colegio grande, donde las cosas que preocupaban al mundo parecían no atravesar la burbuja de cristal que nos rodeaba. En esa época, todo lo sabíamos del mundo nos llegaban exclusivamente a través de los medios masivos de comunicación, que sospechosamente se parecían mucho entre sí. Hace 10 años todavía buscábamos información en las bibliotecas y hemerotecas, pues para consultar Bitnet (uno de los predecesores de Internet) había que ser un iniciado de últimos semestres de electrónica con proyecto de investigación sobre robótica. Tímidamente empezábamos a comunicarnos con nuestros amigos a través de un programa de pantalla negra y letras verdes llamado PINE , ya sea que estuvieran al otro lado del océano o a dos cubículos de distancia.
          Hace 10 años el único navegador era Mosaic y no había que ser demasiado ñoño para saber que el primer sitio web que existió fue el del CERN. No era raro que nos fuéramos toda una tarde de sábado a la universidad sólo para hablar con quien fuera que estuviese conectado por un servicio llamado IRC (otra vez la pantalla negra y letras verdes), y las primeras víctimas de adicción al chat empezaban a proliferar como los mirones en un accidente de tránsito.
          Hoy, 10 años después, los medios impresos se disputan el privilegio de que la gente lea en línea y gratuitamente sus contenidos. Ahora se posicionan las bitácoras en línea como un espacio en la red que ya empieza a tener influencia en el comportamiento del mundo "real". Si la realidad del mercado laboral nos recuerda sin piedad que cada vez hay menos oportunidades para los empleados que para los emprendedores, la realidad de la red nos anticipa que la información y la opinión ya no estarán en pocas manos, que la cómoda posición de consumidores de lo que los monopolios y duopolios quisieron vendernos ya no es tan defendible cuando tenemos tantas opciones diferentes. Ahora el reto es tener el criterio suficiente para escoger qué leer, a quién leer y formarnos nuestra propia idea de cómo es el mundo. Cada entrada en las bitácoras del mundo es como un pixel más en una foto que se hace más nítida en la medida en que aumenta de resolución.
          Hace casi una década se publicó la primera edición impresa de El Clavo. Un mes después se publicó la siguiente edición con mi primer artículo escrito a cuatro manos con Andrés David Aparicio. Hace un mes se cumplió un año desde que inicié esta bitácora, y espero que me acompañen muchos más en el ejercicio de retratar al mundo desde mis publicaciones y desde sus comentarios.