lunes, 10 de abril de 2006

Cómo nos afecta la moda


En mi temprana adolescencia (hago la aclaración porque fui adolescente como hasta los 28 años) una de las cosas que más me podía emputar, era que una vendedora tratara de meterme por los ojos una camisa o un jean que no me gustara con el simple argumento de "eso es lo que se está usando". Me daba tanta piedra que generalmente el sólo hecho de que algo estuviera de moda era argumento suficiente pero para que yo NO lo comprara.
          La cosa se ponía peor cuando se trataba de prendas o accesorios "de marca", porque en mi mente ultra-racional no encontraba la lógica en que la gente pagara gustosa un escandaloso sobreprecio sólo por la marca. En efecto, un jean o unos tenis 'de marca' podían costar el triple que sus versiones 'chiviadas' o de marcas menos glamorosas. Así tuviera la plata, me parecía un ultraje que me cobraran de más por una prenda 'verdadera' si por menos plata podía obtener un producto similar de calidad igual o comparable. Y me mesaba los cabellos (en ese entonces tenía pelo, y además, largo) cuando la gente exhibía orgullosa el enorme logotipo de la marca en el pecho o en la espalda, de lado a lado. Gol olímpico y de visitante para los comerciantes, que lograban que la gente pagara de más y encima le hiciera publicidad a su marca.

          Hablando recientemente en una tertulia, encontré que ahora lo que me perturba no es tanto la moda, sino que no es tan fácil determinar quién la define. Posiblemente se deba principalmente a que no hay una única moda, sino que identificamos diferentes tipos. Si una moda es una escogencia compartida por un grupo de personas (muy consistente con la definición estadística: "valor que cuenta con una mayor frecuencia en una distribución de datos"), lo lógico es que cada grupo acoja modas que no necesariamente van a tener impacto en otros grupos.
          Por eso podemos hablar de modas locales y de modas masivas. Las primeras serían las que responden a las necesidades e idiosincrasia de una comunidad propia de un entorno geográfico y que se difunde por contacto directo: al ver algo novedoso en la calle ("¡qué tal ese man con balaca! "), difundido de boca en boca ("¿dónde compraste esos zapatos?"), porque alguien conocido lo ha adoptado, etc. Por su parte, las modas masivas básicamente son impulsadas por los medios de comunicación o que son definidos por figuras de los medios (el "péguele" de Beto Reyes, el "molto chic" de Laisa, el "Deje así" de Andrés López o las canciones de los FactoraXos).
          Esto nos lleva a preguntar cuál es el papel de los medios masivos: si definen las modas masivas (qué está de moda y qué está pasado de moda) o si simplemente las difunden. Concluimos que quienes definen lo que puede llegar a convertirse en moda (productores, diseñadores de ropa, creadores de tecnología y comerciantes en general) con frecuencia no parten de una innovación propia sino que se alimentan de lo que el mismo público ya ha empezado a adoptar como tendencia, para incorporarla y venderla muy amplificada a través de los medios. El ejemplo más claro que se me viene a la mente es la moda grunge de los 90, simbolizada por la costumbre de transformar los jeans con rotos y desgastados. Al volverse una tendencia popular, los fabricantes de ropa no tardaron en venderlos ya listos (rotos y desteñidos), sólo que más caros.
          Igual pasó con los morrales, que los adolescentes jamás usaban con ambas tiras simultáneamente para distinguirse de los niños y de los turistas alemanes. Poco tiempo pasó para que los fabricantes de morrales empezaran a producir versiones de una sola tira para llevar terciada, hasta evolucionar en los omnipresentes maletines para ambos sexos (perder comodidad frente al viejo morral parece un precio justo a pagar con tal de estar a la moda).
          En resumen, cualquier intento de transformar la moda para adaptarla a nuestro gusto particular que se medio popularice, al poco tiempo se vuelve estándar por obra y gracia de los productores y fabricantes que están atentos al mercado.
          Queda entonces la pregunta de con qué criterio cambiamos nuestro comportamiento, cómo adoptamos modas. Si en el caso local basta el simple gusto por el elemento adoptado en sí (una expresión ingeniosa o una camiseta cuyo estampado nos haga reír, independientemente de si conocemos o no a su portador), generalmente en el caso de las modas masivas es alguien famoso quien las impulsa. Si sentimos alguna afinidad por el personaje, es natural que queramos parecérnosle, identificarnos con el personaje, así los elementos que lo caracterizan no sean descrestantes en sí mismos. Por ejemplo, Madonna ha vuelto a imponer la moda discotequera de los 70, pero si cualquier otro lo hubiera intentado antes hubiera sido considerado una 'boleta'. Posiblemente busquemos cierta "transferencia" hacia nosotros de lo que la hace atractiva o exitosa, mediante la imitación.
          Sin embargo, ¿debería haber límite en cuanto a la adopción de modas? Yo creo que sí. Uno mismo debería ser autónomo para decidir qué escoger de entre las posibilidades del mercado, y si ninguna le satisface, armar su propia versión a partir de los elementos que tiene a su disposición. Si dicha elección es consistente con las modas imperantes o no, debería ser irrelevante, puesto que se trata simplemente de lo que a mí me gusta.
          Alguien dijo que dado que somos seres sociales, nuestra felicidad no podía depender exclusivamente de nuestros gustos sino que también dependía de que nos acepten nuestros semejantes. Me parece que lo más sano sería equilibrar ambas posturas, sin caer en el extremo de sacrificar nuestra comodidad o principios con tal de ser aceptados (o todo lo contrario). Me refiero a que quien adopta modas o consume irreflexivamente para calmar su ansiedad, es tan dependiente como quien rechaza todo aquello que está de moda por representar todo lo malo de la sociedad de consumo. Mi conclusión es que no somos islas, no somos independientes. Ya que aceptamos vivir en esta sociedad, mejor seamos conscientes de qué tan interdependientes somos y elijamos lo que nos conviene sin importar lo que nos quieran meter por los ojos.

5 comentarios:

Andrés David dijo...

Hace mucho tiempo no veía la imagen que encabeza el artículo. Si, tenías pelo pero la tonsura ya se notaba entonces. Sobre la moda, estoy de acuerdo con tu posición. Que sea una forma más de construcción del yo, tomando lo que más nos guste del entorno, sin perder el control &al menos intentarlo— frente a ese empuje masivo.

Mis camisas de rayas son testigos fieles de eso. Gracias Kevin Hill.

rafico dijo...

Cordial saludo.

Es como, si dijéramos, bueno es un vicio que uno identifica y en el que, como buenos mortales sabemos caer en lo mismo que criticamos, ello precisamente, es lo que nos hace humanos, diría incluso, que la trivialidad, la idealización y la proyección en otros, son matices que los rechazamos pero que nos trascienden a la vez.

Nos hemos domesticado, con coherencias baladíes que hemos construido, pero al fin al cabo coherentes.

Hasta pronto y que gusto leerlo.

César López dijo...

Buena foto. Hace rato no la veía. Un tiempo empecé a diseñar mi ropa y recuerdo que varias personas me decían que dónde la compraba... yo les decía que me las manda un amigo de Francia y así logré vender dos. Algo parecido pasó cuando vendía blusitas que compraba en el barrio El Jardín a $4.500 y las vendía en la Javeriana a $8.000. Las viejas las veían con desconfianza porque eran baratas. Así que le subí a $12.000 y se vendieron.

Anónimo dijo...

SABES ES REAL LO QUE AFIRMAS!!!POR QUE NO PONERNOS LO PRIMERO QUE ENCONTRAMOS EN EL CLOSET SIN PENSAR EN QUE VAN A DECIR EN LA CALLE CUANDO NOS VEAN?! CLARO ESTA QUE ALGUNOS MIEMBROS DE LA NUEVA GENERACION ESTAN ADOPTANDO ESTE DOGMA!!!!SALEN A LA CALLE CON LO PRIMERO QUE SE ENCUENTRAN SIN IMPORTARLES NADA!!!!(o por lo menos los amiguitos de mi hermanita de 14 años lo hacen!!!!!!!)en fin por ahora seguire pensando antes de vestirme y salir a la calle !!!ajajajajajajaja

STiRER dijo...

Lo que realmente me molesta de la moda es que uno termina viendose igual a los demas, especialmente a la gente que no me cae bien.