miércoles, 14 de diciembre de 2005

La independencia comienza por irse de la casa



Me gustaría poder decir que me independicé a los 30, pero si dijera más bien que fue mi mamá la que se independizó de mí estaría más cerca de la realidad.
          Aunque la gracia no me salió gratis (tuve que poner dos millones para completar la remodelación necesario para acondicionar el nuevo apartamento), sí fue para mí menos traumática que haberme mudado yo para otro sitio. La independencia no es gratis, pero quedé con el contenido de mi dormitorio (muebles y cachivaches apretados para que cupieran) y acepté la donación de la nevera, el teléfono y el horno microondas viejos que mi mamá reemplazaba por nuevos en su nuevo dominio. Ahí fue que dije "quedé hecho".
          Pienso que en ese momento fue que verdaderamente llegué a la adultez, porque hasta ese momento la descripción de "adolescente de 30 años" (como el protagonista de El Club de la Pelea) hubiera sido la que más me hubiera hecho justicia. Hasta unos años antes, como buen adolescente siempre había cuestionado la forma como mi mamá administraba los recursos de la casa, la comida, la decoración y las prioridades, lo que obviamente implicaba fuertes agarrones que estaban deteriorando la relación entre los dos. Con Depredador (mi hermana) pasaba otro tanto porque no tenía autoridad sobre ella y debía convivir con su forma muy 'peculiar' de administrar los recursos (de ahí el apodo de "Depredador"). Sólo cuando acepté que estaba viviendo en la casa de mi mamá y viviendo según sus reglas (siendo su casa, tiene el derecho a manejarla como considere mejor) fue que aprendí a morderme la lengua y esperar a vivir aparte para definir mis reglas. Ese solo acto de conciencia permitió que las pelas en mi casa fueran mucho menos frecuentes y de menor intensidad.
          Entonces para mí fue claro que la típica frase de los papás "para qué se va a ir a pasar trabajo a otra parte, si esta es su casa" era mentira o, en en el mejor de los casos, una verdad a medias. La evidencia en contra es abrumadora: si yo no puedo cambiar la decoración, llegar a la hora que quiera (o no llegar algunas noches) o solicitar un nuevo servicio (obviamente pagado de mi bolsillo), es claro que esa no es mi casa. Si tengo que vivir según las reglas de mis padres, no soy independiente, así haya alcanzado la independencia económica, por cuestiones eminentemente prácticas. Eso significa que para poder ser independiente se necesita vivir en un espacio diferente del de los papás, a no ser que se COMPARTA el mismo techo dejando claro que se ha trascendido la vieja relación padres-hijo para pasar a una relación de iguales entre adultos (la veo difícil).
          En mi caso personal ayudó que, en su muevo apartamento, mi mamá aún no tuviera instalado un teléfono fijo, lo que le dificultó enormemente controlarme cada noche, como parecía ser su intención. Además logré aprovisionarme y hacer aseo con juicio, lo que hizo ver como innecesarias sus inspecciones frecuentes y sorpresivas (dignas de un General de la República), como más de un domingo en que llegó a las 6:30 a.m. estando yo todavía profundamente dormido y precariamente cubierto por nada más que mi 'cobija con orejas'.
          Demostrar que no necesitaba supervisión requirió aprender rápido a tomar decisiones a las que no me había enfrentado antes (cuándo pagar los servicios, cuál factura no pagar si no tenía toda la plata, qué mercar y cuándo, etc.) y saber que las consecuencias de cada mala decisión tendría que sufrirlas en carne propia porque ya no tenía quien pensara por mí, estuviera o no de acuerdo.
          Sin embargo, ese proceso de acondicionar el apartamento según mis gustos y definir aspectos de logística me obligaron a cuestionar profundamente quién era yo. Creo que nunca antes había hecho un ejercicio tan concienzudo de exploración de mi propia identidad. De la misma forma como sólo podemos ver las estrellas cuando se va el sol que las opaca, sólo cuando mi mamá y mi hermana se fueron pude ver qué aspectos de su personalidad y cuáles de la mía eran los que determinaban mi entorno inmediato. Por eso es que digo que me he sentido adulto sólo este último año y no antes. Ahora soy consciente de mis gustos, necesidades y tengo una idea más precisa de cuál es el precio que estoy dispuesto a pagar por satisfacerlos.
          Los beneficios de la experiencia han sido enormes. Mejoró sensiblemente mi calidad de vida al poder pagar por un concienzudo servicio de aseo (mi mamá saboteó todos mis intentos anteriores) que hizo mi entorno menos propicio para mis alergias, y además que mi ropa sufriera menos con cada lavada. Ahora puedo comprar lo que yo quiera y aprovechar las promociones al acumular ofertas en la alacena sin temor a que Depredador desaparezca mis provisiones. Ahora puedo separar la basura de y hacer el ejercicio consciente de ser consecuente con mis ideas filosóficas sobre el cuidado del medio ambiente.
También he tenido la oportunidad de usar el apartamento como un espejo de mi propia personalidad, un ejercicio de auto-análisis que nunca había sido tan preciso. Esa es la razón por la que me siento tan a gusto con espacios vacíos y paredes desnudas que reflejan la dinámica de mi propia personalidad, que está cambiando en lugar de estancarse en algo estático. Cada mujer que me visita quiere llenar compulsivamente esos espacios con un mueble o un adorno, y hasta ahora he sido firme, pero reconozco que la mano femenina hace falta o al menos la asesoría de los anfitriones de "Queer eye for the streight guy". Lo único que he recibido han sido la hamaca que espero colgar pronto, una estera para la sala y una mata que ya está pidiendo matera más grande, todos regalos de mi ex-novia.
          Ahora ha llegado el tiempo de las remodelaciones. Espero que la plata me alcance para lograrlo. De pronto compartiendo el lugar logre bajar los costos, por lo que me convendría una compañera de apartamento (no compañera sentimental, ojo). ¿Candidatas?

10 comentarios:

César López dijo...

Meza. Después de leer tu "pastoral-blog" me queda sonando mucho el cuento de la independencia, la cual es fundamental sobre todo para los hombres. Dicen que cada día trae su afán y este puede ser el tuyo. Por ahora vivo bin en mi dependencia, la cual sé que no durará mucho, sobre todo porque los Papás no quieren que uno se vaya como te sucedió a vos. Un abrazo Mezardo y ojalá consigás rápido a una china que se le mida a vivir en "la casa baño". Un abrazo.

Anónimo dijo...

Andres, aunque muy atrasada con la lectura.. me parece muy interesante y estoy de acuerdo en muchas cosas. Lo unico que yo te diria es que si quieres que tu proceso de independencia te de mas experiencia y lo puedas disfrutar mas piensa en si de veras necesitas compartir ese espacio que tanto te costo conseguir. Es bien complicada la convivencia no importa que sea tu mejor amiga o amigo y si es algo que realmente necesitas hazlo de lo contrario sigue disfrutando. SUERTE ;) MAGA

Anónimo dijo...

Felicidades por "tu" nueva casa. y gracias por compartir tus sentimientos y pensamientos.

Solo puedo darte un consejo, sin que me lo pidas, si realmente quieres sentir independencia, vende esa casa, dale el total menos lo que invertiste en ella a tu madre y lucha por comprar tu casa propia, si aun no puedes hazlo en un futuro cercano, eso hara que relamente tengas algo tuyo por lo que luchaste y no regalado de una madre que vio que fue mejor dejarte solo para mejorar tu vida que esperar a que tu lo decidieras, es decir control, todos los padres son controladores, pero es porque nos aman. Pero bueno es solo un consejo.

Un abrazo
mucha suerte y exito.

Alex dijo...

muy interesante este escrito, me llamo la atencion ya que ahorita planeo hacer lo mismo y esto me a dado a conocer las diferentes causas que se lleva a ser , y a conocer este mundo d ela independecia... buen escrito

Carmen Posada dijo...

Algo tarde pero bueh...

Vivir solo es delicioso. Ser independiente es delicioso. Hacer las cosas a tu modo es delicioso. Luego, con el tiempo uno aprende a apreciar la convivencia con los padres y hermanos. Llegan los... "¿Cómo era que lo hacía mi mamá?", "Tan bacano que era llegar a la casa y encontrar todo listo", "¿Será que llamo a mi hermana/o para que nos veamos el partido?". De pronto uno empieza a añorar la casa, pero el peor error que se puede cometer es volver luego de haber vivido independiente. A veces la necesidad tiene cara de hijo pródigo, pero siempre es mejor mantener un espacio propio después de los 30.

Séxitos en tu apartamento de soltero... y disfrútalo antes de que aparezca la que te quite la soltería. :-P

Raguá dijo...

Me encantó el escrito.

Unknown dijo...

Jajajaja!! me acordé de los portavasos y de la paila esa que te regalé... todos regalos MUY necesarios para que no quedaras en la inopía lleno de hongos! =D

Lina_S dijo...

Chévere como siempre leerte...yo estoy decidida a independizarme pronto, desde hace 10 años dije que a los 25 y pues eso se me cumple ahora y creo que las condiciones están dadas. Me interesa comprar algo pero, por pura curiosidad, cuánto estás pidiendo por compartir el espacio??

jfk dijo...

tonces viejo meza a mi me esta pasando lo contrario despues de 3 anos viviendo en el culo del mundo Australia(curioso eso dicen ellos de este lado) volvi a colombia a encontrarme viviendo de nuevo en mi casa materna y tener que aguantar reglas y normas a las cuales ya estaba desadaptado debido a mi tiempo fuera en donde yo era el master of my domain. y ahora soy un simple lacayo espero igual dar el paso pronto asi sea a una pieza con cosineta pero fuera de la "comodidad" del hotel mama.

cerdoferoz dijo...

que buena reflexión, uno no se da cuenta de quien es hasta que no es dueño de su propio territorio. Nos encantaría que conocieras www.cerdoferoz.com y nos dieras tu opinion, podemos compartir experiencias :) felicitaciones!