Recuerdo que cuando me pinté el pelo por primera vez, el único que no se mostró aterrado fue el rector de la universidad. De resto, todos los que me conocían antes del cambio me miraron entre aterrados y divertidos porque no me creían tan audaz como para salirme de los convencionalismos. Yo pensaba que haber tenido el pelo largo hasta los hombros durante varios años me calificaba como audaz, pero supongo que ahora cualquiera se deja crecer el pelo y más bien es audaz el que se deja hacer el corte militar. Un profesor para el que había trabajado me dijo cuando me vio, sacudiendo su cabeza de un lado a otro, que me había creído una persona seria hasta ese día (aclaro que cuando lo conocí ya tenía otra vez el pelo corto). Suficiente ilustración: lo que yo había considerado un cambiecito inocente y perfectamente normal para mi personalidad, como ponerse una camiseta de Rammstein o dejarse el candado de traqueto, resultó siendo algo completamente incompatible con la imagen que los demás tenían de mí. Esa fue la primera vez que fui realmente consciente de que la gente puede hacerse una idea de nuestra personalidad a partir de la apariencia que no necesariamente coincide con la realidad.
Fue a partir de ese momento en que observé con mayor atención a los rastafaris, a los punketos, a los skaters y en general a todas esas tribus urbanas a los cuales consideramos exponentes más o menos iguales de un mismo estereotipo. Obviamente cuando están juntos, todos los miembros de un mismo grupo se comportan muy similarmente, pero al conocerlos por separado fuera de su clan, pude ver que tenían una personalidad mucho más compleja de la que exhibían ante sus amigos. Aunque ahora parezca obvio, apenas en ese entonces caí en cuenta de que el número de piercings y el exotismo de los tatuajes no son un código de barras como los que identifican los productos en los supermercados. Simplemente refuerzan la imagen que la persona quiere proyectar de sí misma, no son un subproducto casual de la forma como se desenvuelve su propia personalidad. Hacen parte de un disfraz que no es solamente para Halloween sino para todos los días.
Claro, hay quienes dirán que sólo usan cierta ropa, accesorios o maquillaje porque les gusta y no porque tengan algo que demostrar a los demás. Sin embargo, puedo contar con los dedos de una mano a los que he visto realmente hacerlo hasta las últimas consecuencias. Fue más o menos por esta época que el color naranja radiactiva de mi pelo mutó hacia un plateado más o menos permanente (dejaron de gritarme “Eeeeemineeeem” en la calle y de considerarme maricón hasta que mi forma de hablar los sacaba de su error), pero con el paso del tiempo, ya empezaba a apegarme a esa apariencia. Confieso que me parecía bacano cuando me disfrazaba con saco y corbata y debía asistir a una reunión donde todo el mundo tenía más o menos el mismo saco y la misma corbata. Yo era el único que se veía diferente a primera vista sin importar qué tan tatuados o enjoyados estuvieran los demás por debajo de su leve capa de solemnidad.
Ocho años después llegó la crisis de la autenticidad y pensé que uno debe tratar de ser consistente entre cómo luce y cómo se siente pero sin recurrir a artificialidades como un químico para teñirse. Algún día la terapia genética nos permitirá ser del color que nos dé la gana, hasta tener pelo si nos hace falta, pero por ahora los tintes son un gastico mensual de tiempo y dinero del que me mamé. Y llegó el momento de la verdad. De la mano de mi fiel Remington HC-815 y su cabezal de 3mm me rapé la cabeza, me quité las gafas, y me dejé crecer la barba. Aunque reconozco que ahora estoy más cerca del lado oscuro que antes, mi nueva apariencia de paramilitar sigue siendo una forma de disimular lo teta que soy.
Mostrarme tal y como soy es muy bacano pero también tiene sus desventajas: ahora los porteros me requisan más de la cuenta y las mamás tratan de ocultarme a sus hijas veinteañeras en los centros comerciales. Pero al mismo tiempo pocos me reconocen en la calle y me puedo dar el lujo de escoger a quién quiero saludar y a quien no. Definitivamente, el desnudo sí es el mejor disfraz.
lunes, 8 de octubre de 2007
El desnudo es el mejor disfraz
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10 comentarios:
Mon cher ami, veo que sigues descubriendo los placeres de cambiar la propia imagen. �Entiendes ahora las razones m�s profundas que me movieron a cambios dr�sticos en otras �pocas?
Y ojo, Las desventajas de tu pinta actual no son tan desventajas si las miras desde otro �ngulo... jeje.
Un abrazo.
Ah, los cambios. Procuro hacerlos aunque sólo yo lo sepa. Dos o tres meses sin cortarme el cabello, cuatro meses con barba sin arreglar, cuatro semanas con bigotes de gato, tres semanas sin cortauñas...
Así como el desnudo nos disfraza, la apariencia nos desviste. Muestra qué queremos decirle al mundo con nuestro cuerpo, aunque los demás no lo entiendan así o a veces tan siquiera ni lo sepan.
Probemos a ver qué pasa.
Pues te cuento que siempre te conocí rubio y mi primera impresión fue "sera que es alemán?" jejeje.. pero déjame decirte que tu nuevo look te sienta muy bien, especialmente lo de tus gafas, siempre es bueno cambiar, te felicito ;)
con tal que el corte de pelo no te quite los superpoderes como a sansón, todo bien
Vistase y cierre la puerta al salir.
Gracias
"por eso te admiro, ve" siempre he querido raparme la cabeza pero no he tenido las agallas para eso, para otras cosas sí, me desespera el pelo o el cabello da lo mismo, envía una foto, pa´verte ve!!!
jajaja, yo recuerdo que una vez me rape... todo el mundo quedo impactado, algunos intentaron burlarse de frente, pero no lo permiti, me sentia muy bien con mi loock asi que sus burlas se callaron solas
saludos desde mi poceta
Aunque el desnudarse ante la multitud jamás a sido mi prioridad, tengo que aceptar que al hacerlo puedo lograr muchas cosas a favor. Como efectivamente lo estas haciendo, así mucha gente nos diga lo mal que se ve, no quiere decir que sea verdad, lo bueno es que ese cambio cumpla con su objetivo inicial donde pasó la pregunta: ¿lo hago o no lo hago? y su objetivo final como casi todos los cambios, es generar un poco de controversia, lo que muy seguramente, también lograste.
KIT
Hola Andrés,
Pues para decirte la verdad estás irreconocible... yo trabajé un tiempo en Nuevos Medios... y espero que si me ves... me saludes... jeje...
Saludos!
Sencillamente ser uno mismo es el mejor disfraz porque la gente toma mal o como grosería que uno les diga la verdad en la cara, entonces cuando se encuentran de frente con una persona que se muestra tal cual es, tan cercana a su esencia como le es posible, queda "desarmada".
En muchas cosas trato de ser genuina, pero si hay algo que no he podido evitar en muchos años es el "vestirme" con mis gafas, sin ellas me siento desnuda así digan que me veo más bonita de ese modo. Ya hacen parte de mí, de mi concepto y por eso es dificilísimo deshacerme de ellas, pero claro, la gente que ha visto mi apariencia sin ese accesorio también se sorprende, como te pasó a ti.
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