Una de las fantasías que he escuchado en varias mujeres es tener admiradores. No es que quieran tener varios mancitos al mismo tiempo (a diferencia de la mayoría de nosotros que en secreto soñamos con tirar con todas las que nos gustan), sino que se regodean en la fantasía secreta de saber que hay alguien ahí que las hace sentir bonitas, deseadas, apreciadas.
Las que tienen pareja hacen el mejor negocio, porque tienen la excusa perfecta para no tener que corresponder a los admiradores (“ Tan bobito, ¿no ves que ya tengo novio? ”), siempre y cuando los indirectazos y las atenciones sean lo suficientemente ambiguos como para no justificar los celos del novio. Por su parte, las que no tienen novio tienen que ingeniárselas para mantener a raya a los tipos que no le interesan, pero sin ser lo suficientemente cortantes como para que le quede claro que no tiene oportunidad.
Pero un día, ese mancito que le dedicaba diez minutos de celular ya no llamó más. Las entradas a su blog con indirectazos sobre su relación con ella dejan de aparecer. Los correos electrónicos con invitaciones y la chocolatina sorpresa sobre el escritorio de ella no vuelven a llegar. Y lo más preocupante de todo: nunca más lo volvió a ver conectado en el Messenger. Acostumbrada a que cuando necesitaba a su admirador o quería saber de la vida de él sólo debía esperar a que éste se comunicara, queda desconcertada ante esa actitud tan descortés e injustificada.
"¿Pero qué pasó? ”. Una de dos: el tipo encontró a otra que sí le paró bolas o se cansó de desgastarse emocionalmente en una relación de una sola dirección. Aunque ella sinceramente viera a su admirador como nada más que un amigo, debería sospechar que la mayoría de nosotros creció viendo películas donde la perseverancia es recompensada. Y nos tragamos el cuento a pesar de que es celebrado en el cine por su rareza y no porque sean el caso más común.
A pesar de esto, la respuesta a la pregunta de por qué los pretendientes se esfuman cuando la hembrita que los desvela no les para bolas, no pudo haber sido mejor expresada que en una película. En Love actually , Mark le dice a su amada, casada con su mejor amigo, que debía alejarse de ella porque “ it's a self-preservation thing ”. Efectivamente, no se trata de odio o descortesía, sino de buscar la propia supervivencia.
lunes, 23 de julio de 2007
Por qué tus pretendientes se pierden del mapa
domingo, 8 de julio de 2007
¿Televisión estúpida para gente estúpida?
Todavía recuerdo la primera vez que fui a mercar para llenar mi nevera de soltero. Había varias botellas de Coca-Cola (obviamente), carnes frías, quesos y pan para armar sánduches, varios tipos de pasabocas, Müesli y Zucaritas para desayunar y por supuesto, el paquete de 12 chocolatinas Jet. Obviamente con el tiempo fui agregándole comida de verdad a mi mercado, pero lo que quiero ilustrar es que si eso me pasó a mí siendo ya adulto, imagínense lo que mercaría un adolescente o un niño si tuviera la libertad para hacerlo.
Yo apostaría a que un niño moriría primero de un infarto antes que dejar de pedir exclusivamente la cajita feliz de McDonald's. Afortunadamente la cultura alimenticia tiene la inercia de miles de años, por lo que nuestras mamás, abuelas y un ejército de tías nos atormentan con vegetales, ensaladas, jugos, frutas y otras cosas que no comeríamos sólo por gusto. Y por lo general esa práctica nos mantiene con vida hasta que somos conscientes de que, además de lo que nos gusta y lo que nos vende la publicidad de comida chatarra, debemos comer algo que nos nutra. Si lo que comemos cumple ambos criterios, maravilloso.
De manera similar a lo que pasa con la alimentación, yo creo que la televisión que vemos no debería producirse con el único criterio de satisfacer un placer inmediato. No creo que esté mal usar la caja boba para divertirse (yo no me pierdo Scrubs ni Dave el bárbaro , dos de los programas más idiotas de la televisión), pero creo que debería haber variedad y calidad en los contenidos. Además hay que tener en cuenta que la televisión no es un lujo como un Ferrari Enzo o un jet privado, sino un servicio público prestado usando un recurso público (el espectro electromagnético), incluso cuando es un servicio prestado por operadores privados como RCN y Caracol. Lo malo es que, a diferencia de la cultura alimenticia, nuestra cultura televisiva todavía está en pañales, y no tenemos ancestros curtidos por miles de años de selección natural que nos enseñen a dosificar el tiempo que dedicamos a ver programas informativos, educativos, de opinión, y claro, de pura evasión. Ahí está la débil e influenciable Comisión Nacional de Televisión, (peor es nada), pero creo que nos toca a nosotros como espectadores, como clientes, hacer presión para favorecer las iniciativas que traigan variedad y calidad por encima de las fórmulas homogéneas optimizadas sólo para producir beneficios.
Mareña afirma que ella por ver televisión estúpida no es ella misma estúpida, pero creo que tiene la ventaja de años de formación que la mayoría de los televidentes no tiene. Volviendo al ejemplo de la alimentación, a alguien bien alimentado no lo va a matar comerse una Big Mac de vez en cuando, pero posiblemente sí pueda matar de un infarto a alguien ya obeso o malnutrido.
Por su parte Vladimir clama que es arribista dividir a la gente entre estúpida y Rodolfo Llinás, pero lamentablemente los índices de abstencionismo en las elecciones y los altos niveles de pobreza en nuestro país me inclinan a pensar que probablemente seamos más los estúpidos que los Llinás. Y por eso pienso que, a menos que queramos seguir siendo como somos, cambiar la televisión puede ser un factor influyente en el camino para salir de la olla.
Afortunadamente yo he podido arreglármelas para seguir pagando cable, y además de porno, dibujos animados y comedias he podido ver también recitales de laúd en Film & Arts, películas independientes en Cinemax, buenos noticieros y programas de opinión en Citytv, otras visiones del mundo gracias a CNN y TeleSur. Así como nuestro cuerpo se construye con lo que comemos, pienso que nuestra visión del mundo se nutre de la televisión que vemos. Lamentablemente quienes están condenados a ver lo que transmiten los canales nacionales no tienen siquiera la opción de elegir que yo he tenido. Posiblemente reaccionen con disgusto si les dan menos telenovelas, realities y “noticias” de la farándula y el entretenimiento, tal y como lo haría un niño obeso al que por primera vez le dan ensalada de verduras. Sin embargo, también es posible que muchos se interesen por otras cosas si tienen acceso a ellas, y no se contenten con lo que les dan porque desconocen que haya algo más.
Tal vez no sea demasiado tarde para muchos niños, que al fin y al cabo serán el público de los medios del futuro. Hay quienes predicen que incluso serán ellos quienes nutran dichos medios. Pero para que puedan sacar ventaja de semejante poder, tal vez deberían consumir algo más que sólo goles, tetas y la humillación pública por plata o gracias a las ‘pegas' y a los También caerás .
Una visión de ese futuro (gracias a Angelus):
martes, 3 de julio de 2007
La televisión estúpida
¿A quién le gustaría ver todos los detalles del caso de la Virgen que apareció en un plátano? ¿Quién buscaría en el noticiero de la noche la otra cara de la intrigante historia del plátano que resultó ser banano? Pues según los canales privados, nosotros porque lo que era una historia pintoresca local, acabó ocupando pantalla en los noticieros nacionales habiendo cosas más urgentes que tratar pero que no prenden televisores.
Eso pasa porque a los canales privados lo único que los mueve es el índice de sintonía, no la responsabilidad social ni el compromiso con la verdad. Es como si en las facultades de medicina cerraran las clases que no sean de cirugía plástica o nutrición con el argumento de que a la gente hay que darle lo que pide, no lo que necesita. Cuando la gente se empiece a morir de cáncer, trastorno bipolar o neumonía por falta de prevención, ya va a ser demasiado tarde porque no van a quedar suficientes médicos para atendernos.
De la misma forma, los canales privados parten de la premisa de que es más rentable emitir contenido que satisfaga al común denominador del público. Todos tenemos en la zona subcortical de nuestro cerebro un cocodrilo que clama a gritos experimentar emociones primarias con gratificación instantánea de los más bajos instintos. Por el contrario, pocos tienen en su cabeza un Rodolfo Llinás o una María Jimena Duzán, entonces estos canales prefieren emparejar por lo bajo.
Y así se realimenta el círculo vicioso que, por falta de opciones, incentiva la simpleza y la estupidez en lugar del espíritu crítico y la sensibilidad, lo cual confirma la hipótesis de los canales privados: " si la gente es estúpida y lo que da sintonía es lo que la gente quiere, pues hagamos televisión estúpida ".
lunes, 2 de julio de 2007
Del fino arte de comentar
Don Lanark volvió a las andanzas con una entrada a su bitácora titulada “Este blog no se acabó”. Y bueno, aunque habla sobre la falta de voluntad para escribir, no me parece del todo paradójico que incluso ese tema amerite comentarios. No me aguanté las ganas, y me salió una pastoral que preferí publicar aquí.
Creo que cuando uno pierde el ímpetu por decir cosas muchas veces es cuando se vuelve más dispuesto a escuchar (o en este caso particular, a leer) y a comentar sobre las ideas de otros. El fino arte de comentar no parece tan glamoroso como el de publicar en la propia bitácora, pero creo que si hago un recuento del tiempo que paso conectado, buena parte se me va comentando en blogs ajenos. Todos esos bytes fruto del sudor de mis dedos deberían poderse incluir en la hoja de vida o algo así.
En primer lugar, me parece muy interesante la forma como Adriana pide a sus lectores que cuando abran la boca (o publiquen el comentario) se aseguren de correr riesgos; nada de palmaditas en la espalda. Por correr riesgos yo entiendo decir algo nuevo que no se haya dicho antes, que aporte a la discusión, que confronte al bloguero o que lo incite a asumir una posición más comprometida. Por ejemplo, hay comentarios de Vladimir que me han exigido re-pensar algunas cosas y argumentar más sólidamente mis hipótesis. ¿Qué más se le puede pedir a su público?
Claro, también están los trolls, que más que todo comentan para armar tropel o atacar al autor en lugar de aportar. Recuerdo la alegría de Lanark cuando pensó haber encontrado a su primer troll; ese era el indicador objetivo de que su blog se estaba volviendo famoso. Yo tal vez soy todavía demasiado intolerante como para aguantarme uno, pero he tenido la fortuna de que cuando he recibido comentarios en contra de mis propuestas, han sido con altura. Yo también me alegré cuando creí encontrar mi primer troll, pero resultó ser sólo un ex novio celoso respirando por la herida, sin mayores argumentos ni interés más allá del post específico donde comentó.
A muchos de los blogs que me gusta leer he llegado gracias a los comentarios de sus autores en otras bitácoras. Cuando encontraba una posición especialmente llamativa o bien argumentada, me gustaba rastrear al comentarista hasta su blog para saber si sus propios artículos estaban a la altura de sus comentarios. Y claro, en muchos casos no era así, pero entonces me daba la impresión de que era más mérito del autor escribir artículos tan buenos que motivaban comentarios igualmente buenos de gente que por lo regular no publicaba algo especialmente brillante. También he leído gente que prefiere hacer de Sócrates y comentar lo estrictamente necesario para que los autores de los blogs reflexionen y se cuestionen sobre lo que escribieron y a veces llegan a conclusiones más interesantes. Para mí ese es el comentarista super saiyajin, que logra un máximo efecto con el mínimo de palabras, sin imponer sus ideas sobre las del autor, pero al mismo tiempo ayudando a pulirlas. Qué pesar que con la migración de la plataforma de Blogger se haya perdido esa forma automática de llegar a muchos blogs a través del perfil de quien dejó el comentario. Las bitácoras basadas en Wordpress al menos dan la opción de dejar el URL del propio blog para quienes quieran seguirlo.
No recuerdo quién decía algo como que uno no debería escribir a menos que le fuera absolutamente imposible no hacerlo. Antes que escribir por escribir o por complacer a sus fans, me parece preferible comentar y/o leer los blogs ajenos como una forma de tomarse unas merecidas vacaciones mientras se vuelve a sentir ese impulso por escribir las propias ideas. Mientras tanto, ¿qué tienes para decir?
domingo, 1 de julio de 2007
Sin Colfuturo, toca buscar plan C
Pues como me lo temía, no quedé entre los 345 beneficiarios del crédito de Colfuturo para este año. Así que sin "plan B" (el "plan A" era la beca Alban) me va a tocar buscar otra opción de financiación que no implique venderle el alma al demonio -como pedir un crédito bancario, por ejemplo...;) .
Tanto para Alban como para Colfuturo, ahora es donde vienen a ser importantes el promedio acumulado sobre 4.0 y la tesis laureada (los cuales no tuve en mi pregrado). Lo que me perturba es que eso tendría sentido si fuera a estudiar algo muy similar a la carrera, pero en este caso se trata de algo completamente diferente. Así que, habiendo sido ya aceptado en el Master os Arts on Magazine Journalism, ¿qué tan relevantes vienen a ser mis notas de Ingeniería de Sistemas y Computación?
Pero bueno, son sus criterios y entiendo que le apuesten a los buenos estudiantes que tengan notas que los respalden y no necesariamente a quienes tengan la experiencia y la disposición que son más difíciles de demostrar objetivamente y de ponderar en una hoja de Excel.