
Es curiosa la forma como las relaciones de pareja suelen mantener los vínculos entre las personas incluso después de que dichas relaciones se acaban.
Cuando rompemos con alguien y no hay una razón de por medio que nos haga repudiar a la otra persona (que no haya sido por infidelidad sino, por ejemplo, porque viven en ciudades diferentes) es bastante difícil romper el vínculo emocional. Hay una etapa en la que los sentimientos son tan fuertes que uno está fantaseando todo el tiempo con la posibilidad de volver, de intentarlo nuevamente. Para salir del limbo en que ni se es novio ni tampoco se deja de pensar en la otra persona, se necesita de los amigos para que lo agarren como si uno se hubiera estado dando trompadas con alguien y necesita la intervención de terceros para no seguirse atacando. Si los antiguos amantes se dan ese espacio de tiempo para elaborar el duelo de la separación, hay chico de volver pero como amigos, honestamente, sin estar fingiendo cercanía con la secreta esperanza de volver en cualquier momento.
Sin embargo, me he dado cuenta de que el mejor indicador para saber que definitivamente ya no hay vuelta atrás, no es el tiempo que uno haya estado separado, ni la sinceridad de la amistad que los ex novios se profesen, sino cuando uno de los dos se cuadra con alguien más. He estado en esa situación varias veces y con reacciones variadas.
Me ha pasado que cuando una ex novia me cuenta que está saliendo con alguien (un eufemismo que en realidad significa que se cuadró varias semanas antes) he reaccionado de la peor forma posible. Dicen que "por definición el nuevo novio de tu ex siempre es un güevón esfera" (es igual por donde se lo mire), pero una cosa es escucharlo y otra muy distinta es sentirlo. "¿No se suponía que no tendría por qué afectarme? ¿No pues que ya había pasado el tiempo, había elaborado el duelo de la separación y tenía una valiosa y honesta relación de amistad sin motivos escondidos?". Pues muy a pesar mío, el instinto que nos hace defender con uñas y dientes nuestro territorio me ha hecho pelar el cobre y reaccionar con violencia contra el nuevo hembrito de quien fue mi novia. "¿Así de olvidable resulté ser, que el primer aparecido pudo superar el fantasma de mi recuerdo?". Afortunadamente, cada novia que he tenido ha tenido tantas cualidades que después ya me resulta imposible transarme por menos; quedo tan malacostumbrado que siempre tengo expectativas más altas. En mi interior llegué a pensar que para mi ex de turno yo representaba lo mismo, y encontrarme con la sorpresa de haber sido superado no por Ewan McGregor o el Mr. Big de Sex and the City sino, por ejemplo, por alguien que a mi juicio no es mejor que Beto Reyes, es un ultraje que vale como motivo de riña a botellazo en una cantina. Lamentablemente esta reacción poco tiene más que ver con el ego que con el amor y ha sido sumamente vergonzoso reconocer que esos "celos de ex novio" me delatan como menos maduro de lo que creí ser.
También me ha pasado que ver a una ex novia con su nueva pareja no me despierta el instinto asesino sino un profundo sentimiento de alegría por ella. El hecho de que se hubiera cuadrado muchísimo más pronto de lo que me imaginé (que es un eufemismo para decir que alguien ya le estaba echando los perros cuando estábamos por terminar) no lograba opacar mi simpatía por la nueva pareja. Cuando ha sido ese el caso, significa que he logrado dar vuelta a la página y he sido verdaderamente libre de apegos inútiles para seguir adelante. Ojalá siempre fuera así.