sábado, 15 de noviembre de 2008

¿Blogs periodísticos? ¡Qué contradicción!

Miando fuera’el tiesto

Supongamos que hay un niño que no responde preguntas y se consulta a tres expertos para que lancen hipótesis sobre por qué no lo hace. Seguramente pasaría algo como esto: un otorrino dirá que tiene problemas auditivos, un neurocientífico dirá que tiene un trastorno cognoscitivo y un psicólogo dirá que tiene problemas con la autoridad y por eso no le da la gana de responder. Posiblemente el niño simplemente hable otro idioma y no entiende lo que le están preguntando, pero el punto es que cada experto verá el problema desde la óptica de su disciplina sin que necesariamente llegue a comprenderlo correctamente. Otra historia sería si cada uno de los expertos tiene la oportunidad de examinar al niño y hacerle pruebas, porque al menos de esta forma podrán descartar que el problema esté dentro de su especialidad y lo remitan a otro experto hasta que alguno le pegue (al problema, no al niño). Siguiendo este mismo ejemplo, creo que para entender un fenómeno hace falta hacer parte de él, untarse.
          Por eso me pareció interesante que en su blog Gustavo Vargas hiciera una recopilación de las opiniones de diversos académicos sobre los blogs como alternativa periodística. Chévere como referencia y punto de partida, pero me hubiera gustado conocer además qué piensa un periodista que haga el ejercicio juicioso de habitar la blogósfera.
          En mi opinión, los blogs son un fenómeno completamente aparte del periodismo, ya que la inmensa mayoría de los contenidos que hay en la blogósfera no son periodísticos. Por eso choca un poco que hagan lo que haría un abogado acostumbrado a escribir minutas a máquina y que de repente se la cambien por un computador: usarlo solamente para seguir escribiendo minutas, pero ahora con la opción de editar antes de imprimir. En el caso de la blogósfera, tal vez muchos periodistas se vean atraídos porque pueden saltarse una parte del proceso periodístico, lo cual les da la velocidad, oportunidad y autonomía que no tienen en un medio tradicional.

Los expertos no usan recetas

Hay periodistas tradicionales que dirán que el proceso periodístico es el que de alguna forma garantiza la calidad del producto final. Pero yo creo que el papel del proceso está un poco sobrevalorado. Como solía decirme un consultor que también es bloguerodesde que aprendí a cocinar, no volví a seguir recetas”. Las recetas están hechas para que CUALQUIERA pueda obtener un resultado aceptable, pero NINGUNA receta le va dar el mismo resultado que obtendría un chef experto. Claro, habrá quienes encuentren reconfortante entrar a un McDonalds en Corea o en Bangladesh donde la comida local puede ser demasiado exótica o por debajo de los estándares sanitarios a los que están acostumbrados: uno sabe que se va a comer un pedazo de cartón, pero también que el proceso estandarizado garantiza que va a ser exactamente el mismo pedazo de cartón que encuentra en París, New York o Bogotá.
          El experto puede darse el lujo de experimentar constantemente para estudiar la reacción de su público y hacer rápidamente ajustes que los satisfagan. Esto también implica que su audiencia nunca va a ser tan grande como la de un medio masivo que maneje contenidos estandarizados, tanto en qué dicen como en cómo lo cuentan. Pero yo creo que una vez ese público selecto encuentra un experto que les guste, habrán dado con alguien que los satisfaga más que el principiante que se ampara en un proceso, al cual seguramente recurrirán de vez en cuando. Claro, por cada blog “bueno” donde se exprese un experto habrá cien que son basura, pero en la medida en que la gente no vuelva ni recomiende esos blogs por malos no serán visibles y desaparecerán.

Del medio tradicional al blog

Por otro lado, el medio masivo le apostará a los formatos y contenidos que sean atractivos para la mayor cantidad posible de público, mientras que la fuerza de los blogs está en ser devotos de formatos y contenidos que sean muy atractivos para unos cuantos fanáticos. Pero dado que la dispersión geográfica de ese público es irrelevante gracias a Internet, pues esos cuantos fanáticos no tienen por qué ser poquitos: de 10 en 10 en cada país que hable la lengua del que escribe, se va formando una audiencia que ya quisieran algunos canales de televisión y periódicos regionales.
el clavo en radio          Y por último, un blog personal o colectivo se mantiene simplemente porque al autor le nace. En cambio el periodista en un medio tradicional vive de su trabajo como redactor. Por eso está sujeto a no hablar mal de los anunciantes o de fenómenos que indirectamente son propiciados por quienes pagan su sueldo con la pauta. Y ni hablemos de política, porque aparte de Daniel Coronell y Félix De Bedout es más bien raro encontrar periodistas que se arriesguen a cuestionar de frente a los políticos y gobernantes porque son los amigos de sus empleadores. En cambio en la blogósfera es más bien común que la gente se exprese sobre los actores que afectan su vida cotidiana, ya se trate de gobernantes o empresarios. Y obvio que van a haber quienes den rienda suelta a especulaciones sesgadas sin ningún fundamento (quienes serán abandonados por quienes prefieran un ‘opinador’ que tenga cómo sustentar sus posiciones), pero incluso estos le darán gusto a quienes buscan otros que tengan las mismas posiciones subjetivas y sin fundamento para ‘darse pedal’ entre ellos.

Conclusión

En la medida en que la mayoría de los blogs no siguen un estricto proceso periodístico no puede decirse que estén haciendo periodismo. Están haciendo otra cosa, tal vez más interesante, pero no periodismo. Pero al no estar sujetos a sus mismas restricciones inherentes al periodismo, permiten que salgan a la luz innumerables mutaciones, muchísimas malas, pero también algunas interesantes. Y sólo por la posibilidad de encontrar esas mutaciones interesantes es que me parece que en la blogósfera vale la pena meter el pie, o por qué no, sumergirse.

domingo, 9 de noviembre de 2008

¿Dónde se metieron las mujeres en Cali?

El juego de las sillas

Hay una dinámica que hace parte del arsenal de toda psicóloga organizacional, y es el juego de las sillas. Se trata de juntar ‘n’ personas y ponerlas a dar vueltas alrededor de ‘n-1’ sillas al son de la música. En cuanto para la música, los participantes hacen lo que sea por apoderarse de una de las sillas. Quien no logre sentarse sale del juego, el cual vuelve a empezar con una silla menos hasta que queda sólo un participante: el ganador del juego.
          Durante muchos años yo sentí que en esto de las relaciones estaba jugando un juego muy similar al de las sillas, donde los que iban saliendo eran los amigos y amigas que se iban casando. Y sentía que iba ganando. Pero ahora que corro el riesgo de “ganar” el juego (porque hasta el impredecible de Porras se va a pegar el viaje hasta Xalapa a casarse) me doy cuenta de que parezco ser el único que está todavía jugándolo.
          A veces me pregunto ¿dónde demonios se metieron las mujeres en esta ciudad? Pero bueno, tal vez no estoy siendo lo suficientemente específico. Dado que hace muchos años no salgo con ninguna mujer mayor de 25 años (de hecho parece que todas las mujeres en Cali tuvieran 25 años), la verdadera pregunta sería ¿dónde demonios se metieron las mujeres de entre 26 y 32 años, profesionales, “bonitas” e “interesantes”? ¿Y solteras? Y sé que existen porque conozco por lo menos una (que no me pare bolas ya es otro problema distinto).


El juego de las cifras

Vamos por partes. Según la proyección del Dane para la población de Cali en 2009, seremos 2’158.107 habitantes, de los cuales 51.2% son mujeres. Eso nos deja que hay aproximadamente 1’104.000 en Cali. Como no es tan fácil determinar cuántas de ellas son mayores de 25 años, podríamos aventurar que son aquellas que alcanzaron un título profesional. Teniendo como base el censo del 2005 podemos extrapolar que los niveles de escolaridad actuales son más o menos así:










Nivel máximo de escolaridad alcanzado
10,5%
37,2%
31,7%
12,3%
7%
1,3%
ninguna
hasta completar primaria
hasta completar bachillerato
hasta tecnólogo
hasta profesional
hasta posgrado

Juntando a profesionales con las magísteres y doctores, tenemos el 8,3% de la población (con razón dicen que somos privilegiados). Coincidencialmente, casi la totalidad de la gente que yo personalmente encuentro interesante es también profesional y está optando por algún tipo de título de posgrado, con lo que muy chambonamente podría estar satisfaciendo también el criterio de “interesante”. Sin embargo hay un problema: durante muchos años las mujeres fueron la minoría en las universidades. Pero como ahora en casi todas las carreras las mujeres son mayoría y en los últimos años ha habido un aumento sustancial de la población, creo que se emparejan las cifras. Por eso me atrevo a especular que más o menos el número de mujeres profesionales (y por lo tanto mayores de 25 años e “interesantes”) son ese mismo 8,3% del 51.2% de la población, es decir 91.700.
          Ahora toca definir cuántas de ellas siguen solteras, es decir que no se han casado ni tienen una relación estable. Arbitrariamente podría decir que una de cada 20 mujeres es soltera (5%), lo que nos deja con una interesante cifra de 4585.
          Queda el reto de filtrar por el criterio de las “bonitas”. Aquí la vaina es bien subjetiva, pero tratando de definir lo que para mí significa “bonita” podría decir más bien “razonablemente atractiva” que se trata de que no sea ni muy gorda ni muy flaca, ni muy alta ni muy chaparrita, ni muy plana ni muy operada, ni con la cara de Carolina Cruz pero tampoco con la de Teresa Gutiérrez. Asumiendo que la mayoría de las bonitas están en el grupo de las casadas o en relación estable, muy arbitrariamente podemos aventurar que hay un 10% que siguen solteras por decisión personal o porque son bonitas que están en estado de transición (es decir, que acaban de salir de una relación estable pero no descartan volverse a involucrar sentimentalmente en el corto/mediano plazo). Eso nos deja con el 10% de 4585, es decir 458, el 0,021% de la población de Cali.
          Ahora falta ver a cuántas de ellas conozco. Aplicando la proporción de mujeres profesionales a mis contactos de facebook, el 4,2% de 393 da 16. Esto significa que de las 458 habría en teoría 441 mujeres profesionales, mayores de 25 años, razonablemente atractivas y solteras en Cali que todavía no conozco. ¿Entonces dónde se metieron?


Las hipótesis

La primera hipótesis es que en la universidad hay muchísima visibilidad que se pierde cuando uno se gradúa. Desde el colegio uno anda con sus compañeros de clase y sus amigas son una que otra vecina más las compañeras de la hermana que estudia en otro grado o incluso en otro colegio. La cosa cambia cuando uno llega a la universidad, donde se conoce gente de todos los colegios y se revuelven todos con todas (por eso parece que todas las mujeres en Cali tuvieran 25 años). Pero cuando uno sale a trabajar, vuelve y se encierra en el reducido círculo de los compañeros de trabajo que todavía no se han casado.
          La otra es que uno en la universidad es más bien fresco y se apunta a cualquier plan, lo cual cambia cuando se empieza a trabajar. Por eso varias amigas decían que el novio ideal en la universidad es un estudiante de Biología, ya que son los duros para los paseos y las salidas de campo al Pacífico, avistamientos de ballenas, conseguirse permisos para ir a la Ensenada de Utría, etc. Sin embargo, el novio biólogo se va volviendo un encarte cuando vive con lo del bus (si es que encuentra trabajo en su área después de graduarse) mientras que la novia ya empieza a ganar un buen sueldo y a armar con sus compañeros de trabajo planes en México, Europa o por lo menos Cartagena. Entonces sospecho que después de mi espectacular quiebra en 2005 ya no volví tener acceso a esos planes que sólo pueden pagar los profesionales de mi edad. Por eso aunque existan, ya no las encuentro en los sitios a los que suelo ir (y que puedo costear).
          ¿Alguna otra hipótesis?


Datos del DANE sobre la población soltera en Bogotá del censo 2005