El domingo me estaba yo sentando en el vuelo Cali – Bogotá de las 8:00 p.m. cuando me sorprendió una conversación en el puesto de adelante. Una señora indignadísima le decía al vecino del otro lado del pasillo algo como:
- Me parece el colmo que esa señora venga en este vuelo. Yo jamás aceptaría sentarme al lado de ella.
Cuando yo empezaba a especular que la persona en cuestión a) sufría de algún apocalíptico caso de flatulencia crónica o b) que era desmesuradamente obesa y necesitaba dos asientos para poderse sentar, otra frase me lo aclaró todo. Cuando mi vecina de adelante por fin logró calmarse lo suficiente como para sentarse, su hija de 10 años le preguntó:
- Mami, ¿y por qué no te sentarías al lado de ella?
- Pues porque está en contra de nuestro gobierno y alguien así debería irse del país si no está de acuerdo.
Suficiente ilustración. Cuando llegamos a Bogotá a reclamar las maletas corroboré que la persona de la que hablaban era Piedad Córdoba, envuelta como de costumbre en sus telas rojas y acompañada de una agente de policía que hablaba por su radio tan apasionadamente como si estuviera narrando la final de la Copa Libertadores. Lastimosamente la más mundana preocupación por mi maleta (más pequeña que los sarcófagos que muchas señoras consideran equipaje de mano) no me dejó seguir observando las reacciones de la gente, y cuando me volví a fijar ya la senadora, sus maletas y la agente que la acompañaba habían desaparecido.
Lo que más me sorprendió no fue que ella estuviera en Cali y no por ejemplo en Caracas, sino que no es la primera vez que pasa esto. Reconozco que desde que Piedad Córdoba se muestra tan amiga de Chávez y la acusaron falsamente de tener nacionalidad venezolana me causa cada vez más desconfianza lo que ella hace y dice pero, hasta donde entiendo, está en todo su derecho de hacerlo.
Precisamente lo que más me causa gracia es que cuando Uribe se emputa porque le dicen fascista y paramilitar, lo primero que dice es que antes agradezcan que en este país todas las corrientes ideológicas tienen garantías para funcionar. Y entonces resulta que el supuesto facho hace lo imposible para no dar papaya para que sean sus incondicionales seguidores los que lo hacen quedar mal (salieron “más papistas que el Papa”). Ahora yo no pretendo que todos estemos de acuerdo con Piedad Córdoba, pero hasta donde me acuerdo la Constitución establece la separación de Estado e Iglesia, y aunque a los furibistas los indigne que no todos traguemos entero la palabra divina de su Mesías, esa separación consagra que la disensión no sea considerada delito.
Es que vivir en democracia no es aplaudir automáticamente cada acción del líder del gobierno como se esperaba en la Alemania Nazi, sino en respaldar los aciertos y criticar los desaciertos de alguien que, por bien intencionado que lo creamos, es un funcionario público que en su excesiva diligencia es propenso a meter la pata. Comparado con anteriores presidentes, me parece preferible que tengamos un presidente que hay que estarlo atajando para que no la embarre a tener que estarlo empujando para que haga su trabajo. Pero por eso mismo debemos consentir que representantes elegidos democráticamente hagan su trabajo de criticar al presidente, siempre y cuando lo hagan dentro del marco de la legalidad. Si no es Piedad Córdoba o alguien del Partido Liberal o del Polo, ¿entonces quién? ¿José Obdulio?