jueves, 25 de mayo de 2006

Por qué finalmente carro mata man pinta en bus

Muchas mujeres dicen que lo que buscan en un hombre es que sea interesante, sensible a sus necesidades, comprensivo, divertido... y un larguisísimo etcétera. En teoría, esto es más importante que otras consideraciones materiales como, por ejemplo, el aspecto físico (de ahí que "verbo mata carita") o el poder adquisitivo del individuo en cuestión. Sin embargo, entre más mujeres conozco más confundido me siento sobre si creer lo que dicen que quieren o si por el contrario deba guiarme por la evidencia de sus reacciones y elecciones.
          Hace varias semanas que andaba sin un peso, una niña que me encantaba me llamó un viernes por la noche a proponerme que hiciéramos algo porque no quería quedarse encerrada en la casa. Como no tenía ni para comerme un perro en la esquina, me tocó sacar el culebrero que hay en mí para intentar zafarme sin que se diera cuenta de que mi problema era de plata, o más exactamente la falta de ella. Fracasé miserablemente y la nena en cuestión dijo que si salía algún plan barato me volvía a llamar. Obviamente seguí jugando Civilization porque mi teléfono no volvió a sonar.
          Esto me indica que aunque las mujeres digan que la plata no es lo importante, el vil metal es indispensable para propiciar encuentros. No estoy hablando de encuentros tramadores como ir de fin de semana a Jamaica, ni de almorzar langosta en el restaurante más caro de Buenos Aires o rumbear en la discoteca más exclusiva de Ibiza. Aunque estoy seguro de que estas condiciones que sólo el dinero puede comprar descrestan a la mayoría de las mujeres, no son suficientes para algunas si la compañía no es buena. A lo que me refiero es a que incluso si uno se considera buena compañía, sin plata no puede salir a acampar a una finca por cerca que esté, ni compartir una pizza de $3500 si no se tienen los $3500, o disfrutar un espectáculo gratuito si es de noche porque de algún bolsillo debe salir lo del taxi de regreso.
          Es muy posible que todas estas condiciones no sean obstáculo para una salida ocasional (siempre es posible ir a un parque a charlar, ver una película en mi apartamento o algún otro parche que no implique gastar dinero), pero si uno está pensando en una relación no tan fugaz, tiene que hacerse a la idea de que debe invertir. Por eso aunque sigo buscando una novia sensualmente inteligente y divertida, de un tiempo para acá le paro menos bolas a que sea alta, blanca y de larga cabellera negra para darle prioridad a otros aspectos como que su celular sea OLA (para poder llamarla a $30 el minuto) y que viva en el sur para que cada visita no sea para mí una catástrofe financiera por las tarifas nocturnas de taxi.
          Uno podría pensar que esto de necesitar plata para concer a alguien nuevo sólo ocurre en una cultura patriarcal donde se supone que la logística de la conquista sea financiada enteramente por nosotros los hombres. Sin embargo, aunque se supone que el machismo es cosa del pasado, el hecho de que la mujer tenga más plata que el mancito de turno no siempre salva la patria. Incluso las mujeres que tienen carro prefieren que su novio también lo tenga para no tener que manejar. Prefieren sacrificar la independencia por la comodidad de tener alguien que las recoja y que las libere de tener que manejar para, por ejemplo, poder maquillarse mientras se desplazan al sitio a donde van.
          Esto no significa que sólo las mujeres sean interesadas; los hombres también lo somos. Sino, no nos reiríamos con el chiste de que la mujer perfecta es una rubia ninfómana con casa en la playa y dueña de una distribuidora nacional de cerveza. El dinero por sí solo no hace más interesante a alguien, pero sí ayuda mucho en la logística del romance. Esto es cierto mientras se le está 'cayendo a la hembrita', pero se vuelve más importante luego, cuando hay una relación estable. Por eso después de mi devastadora crisis financiera entiendo el alcance del dicho "carro mata man pinta en bus".
          Mi esperanza está cifrada en el tercer dicho: "catre mata todo". Sin embargo, como mi catre no tiene rueditas para andar paseándolo por ahí, creo que tendré que:

  1. sacar el máximo provecho de "verbo mata carita" y
  2. acelerar mi recuperación financiera para evitar que por andar en bicicleta la próxima conquista me la gane algún zoquete sólo porque anda en carro.

domingo, 21 de mayo de 2006

Prefiero un maestro Jedi a un Sith en la presidencia

Un canal muy prestigioso como Caracol hizo un enorme esfuerzo técnico, logístico y diplomático para asegurar que se diera una ronda de preguntas con respuestas de dos minutos a los candidatos a la presidencia. Para evitar situaciones incómodas, incluso se planeó que cada candidato estuviera en un recinto diferente, con tres periodistas y un moderador propios cada uno, con la única condición de que todo se transmitiera en directo. Todas las campañas aceptaron, incluso la del presidente candidato, que aceptó con la condición de que el equipo de producción se desplazara hasta Cartagena.

          Pero Uribe declinó a última hora. Nuevamente, despreció a la opinión pública. Nuevamente se hizo el... loco con el principio que hace funcionar a la democracia: el debate de las propuestas. Este desplante me hace pensar que nuestro presidente cada vez le da más papaya a quienes lo acusan de intolerante. ¿Será que como candidato le basta el dogmatismo fanático de muchos de sus seguidores y por eso desprecia a los que deben ser convencidos con argumentos? ¿O acaso sus asesores temieron que perdiera por enésima vez la compostura cuando lo cuestionan?
          Hay un personaje de ficción que me recuerda mucho esta actitud del presidente, y es Anakin Skywalwer, el Jedi que cayó en el lado oscuro de la Fuerza porque le impacientaba que los políticos no pudieran mostrar resultados en el largo proceso de ponerse de acuerdo. Según sus palabras, "alguien debería obligarlos a ponerse de acuerdo... alguien sabio". Aunque en ese momento tomó como un chiste que pudiera referirse a sí mismo, finalmente ésta fue la semilla de la tiranía que apoyaría ya convertido en el sith Darth Vader. La arrogancia de creerse mejor que el consenso de sus semejantes hacía que quienes cuestionaban los beneficios a largo plazo de sus decisiones le provocaban accesos de cólera, sin importar si se trataba de sus maestros, su esposa o su mejor amigo. Le bastaba con creer que sus intenciones eran buenas y que sus resultados a corto plazo fueran espectaculares, sin contemplar las consecuencias que trajeran después. Creo que el paralelo es evidente.

          Curiosamente el mejor amigo de Anakin no era un Sith, sino un miembro de un cuerpo colegiado que tomaba decisiones con base en el consenso: el maestro Jedi Obi wan Kenobi. Este maestro no le apostaba a los resultados espectaculares a corto plazo sino a los procesos, que no dependen de él sino de muchas personas, y que tienen consecuencias a largo plazo. Creo que es aún más evidente el paralelo con el también candidato Carlos Gaviria.

          Algo que me queda claro es que el lado oscuro de la Fuerza cumplirá sus objetivos de corto plazo sin importar lo que cueste. Sin embargo, me llena de esperanza que haya por lo menos un maestro que represente el otro lado de la Fuerza que, a largo plazo, puede mover a la sociedad a reclamar al Sith de turno el equilibrio que en la ficción consiguió Anakin Skywalker.

miércoles, 10 de mayo de 2006

Desventuras de un tributante primíparo

Después de mucho preguntar, averigüar opciones, salidas legales y no tan legales, la realidad me recibió con la ternura de un muro de concreto: no había opción diferente a pasarme a Régimen Común. Según la ley, sólo quienes facturen más de $60 millones al año deben hacerlo, pero de nada valió que por el momento mi realidad financiera me obligue a hacer malabares para no caer en las fauces de Datacrédito.
          Con el rabo entre las piernas, llené el formulario y con un amigo fuimos tempranito a la DIAN, dispuestos a hacer una de las colas más temibles de la ciudad: la de solicitud del RUT. La que ha sido catalogada como la segunda peor cola, efectivamente se empieza a formar desde antes de las 6:00 a.m. y se enrosca como un dragón chino para casi dar la vuelta a la manzana. Semejante visió n apocalíptica nos sacó despavoridos. Había rumores de que si uno pre-diligenciaba el formulario por Internet no tenía que hacer la cola, pero el guarda apostado en la puerta fue tajante: debíamos hacer la cola como todo el mundo.
          Humillados y presa de la desesperación (no nos pagaban hasta que tuviéramos RUT), fue cuando decidimos ir contra nuestros principios y acudir a la mafia de los tramitadores. Un mensajero nos cobraba $30K ¡por cada uno! Afortunadamente encontramos otro que nos hacía el trámite por la mitad, aunque igual tocó hacer en la notaría la cola para autenticar el poder con el que nos haría el trámite. Cinco días hábiles se convirtieron en tres larguísimas semanas gracias a la magia del Estado, pero finalmente obtuvimos el dichoso papel.
          RUT en mano, me dispuse a presentar mi primera cuenta de cobro con RUT, pero entonces me encontré con la primera sorpresa:

  • Usted es Régimen Común ¿cierto?
  • Sí? ¿algún problema?
  • Pues que no le puedo recibir cuenta de cobro sino FACTURA
  • ...
  • Como usted es Régimen Común, es responsable del IVA y eso debe discriminarse en una factura de venta. Por eso no le sirve una cuenta de cobro, que es para los que no son responsables del IVA.
  • ...
  • A ver (con cara de resignación). Tiene que solicitar una resolución de numeración ante la DIAN y después buscar una tipografía que le preimprima sus facturas con esa numeración.
  • ¡Noooooooooo, otra vez nooooo! (incluir grito de desesperación mal contenido)

Esta vez la cola fue muy corta y la resolución de numeración me llegó a la casa como a los seis días hábiles. Como opté por no pedir resolución para facturas impresas sino generadas electrónicamente, no tuve que hacer la vuelta en la tipografía.
          Un viernes pasé mi factura No.0001 y por primera vez, en lugar de problemas recibí un esperanzador "el cheque te sale para el martes". Previsiblemente, el cheque no salió el martes, sino el lunes de la semana siguiente, con intento fallido de transferencia de por medio, con el patrocinio de El Banco de Bogotá "lo peor para uno".
          Ahora sí, plata en mano, me dispuse a buscar el formulario 300 de declaración de IVA. Me sentí como buscando el Santo Grial y no un formulario que debería conseguirse fácilmente en época de pago de impuestos, pero después de tres buses y medio día perdido, llegué victorioso con el formulario en la mano. Eché mano de cuanta tirilla de supermercado había logrado guardar para descontar IVA pagado, recordando que sólo vale para gastos relacionados con la actividad económica. Ante la duda de si las arepas con queso y la leche Klim serían considerados "gastos relacionados con la actividad económica", concluí que si no como no puedo ejercer mi actividad económica. Metí todo lo que encontré por comida y papelería, pero el IVA enorme que pagué por Salmón no pude incluirlo porque es un activo, no un gasto.
          Una vez hecha la tarea, el contador me ayudó muy amablemente a corregir el lamentable borrador que yo había diligenciado ("en los ingresos se pone la base del impuesto, no el total facturado"... "los reteiva hay que descontarlos acá"). Formulario en mano fui a hacer cola a un banco para pagar, cuando a mi compañero de desventuras tributarias le dio por preguntar si para hacerlo necesitaba presentar el RUT. Abriendo mucho los ojos (como si fuera la pregunta más estúpida del mundo), la niña del Banco dijo que pues claro, que evidentemente. Gracias a Yeinerzinho (sos grande, ché) que me llevó hasta el apartamento a recoger el RUT y de vuelta a Unicentro, llegué justo a las 3:58 p.m., dos minutos antes de que cerraran los bancos. Cuando me di cuenta de que ni corriendo llegaría al banco donde iba a pagar, eran las 3:59 p.m. y estaba parado justo ante un Banco de Bogotá. Tuve que tragarme mi orgullo ("lo peor para uno, lo peor para uno") y entrar justo antes de que el guarda malencarado echara llave a la puerta.
          Después de dos meses de dificultades, por fin logré pagar el impuesto a las ventas, un trámite que debería ser facilísimo para incentivar a la gente a pagar. Y después andan diciendo que quienes advierten que no estamos listos para el TLC son aves de mal agüero que no creen en el país...

sábado, 6 de mayo de 2006

Mi atracción por las estrellas

Cuando era niño tenía la costumbre de jugar en la cuadra frente a mi casa hasta después de que caía la noche. Cuando todos mis amigos eran arrastrados de la oreja por sus mamás y me queda solo sentado en un andén esperando a que me llegara el turno, era muy común que mirara hacia el cielo nocturno. Me intrigaba que el cielo gris oscuro escondiera algo como las estrellas, que ellas existieran (lo sabía porque las había visto en televisión y en enciclopedias) aunque yo no pudiera verlas.
          El hecho de que por primera vez supiera de algo que estuviera tan irremediablemente por fuera de mi alcance me hizo desear alcanzar las estrellas. Todo lo relacionado con ellas me resultaba fascinante, por lo que irremediablemente acabé enganchado en las series de ciencia ficción que mostraban seres humanos navegando entre ellas. Pasé de la muy ingenua Sankuokai (igualitica en producción a los Power Rangers de hoy) hasta las muy adultas Viaje a las Estrellas (Star Trek) y Galáctica (Battlestar Gallactica).
          Ya en la universidad tuve la oportunidad de escuchar de boca del capitán Jean Luc Picard el que sigue siendo mi sueño pendiente por realizar: ver desde su órbita a mi propio planeta en medio de las estrellas. Él lo recordó como el momento más sublime de su vida en Insurrección (Star Trek: Insurrection), pero de alguna forma lo revisitó para su amiga Lily en Primer Contacto (Star Trek: First Contact) cuando le muestra La Tierra tal y como se ve desde el espacio. Este momento también fue mágico para mí porque al igual que Lily, con los sentidos percibo que nuestro planeta es enorme, pero con la intuición sé que más bien nos parece así porque somos demasiado pequeños y temerosos. Me gusta pensar que cuando decidimos perseguir nuestros sueños más allá de las estrellas el solo esfuerzo nos permite ser un poquito más grandes.
          En Primer Contacto Lily es la asociada del Dr. Zephram Cocrane, el científico e ingeniero responsable del "Fénix" la primera nave de propulsión Warp de la humanidad, que es precisamente el primer eslabón en la cadena que le abriría la galaxia a los humanos en el universo fantástico de Viaje a las Estrellas. Lo que me parecía extremadamente simbólico de esta película es que la "Fénix", la que en retrospectiva sería vista como la que trajo esperanza a un mundo empequeñecido por la guerra, paradójicamente fuera una nave diminuta montada sobre lo que solía ser un misil usado para lanzar bombas nucleares.
          Este detalle hizo que me emocionara mucho la historia aparecida en El Clavo 22, donde se cuenta la experiencia del grupo que va a lanzar el primer picosatélite colombiano a bordo de una nave impulsada por lo que solía ser el transporte de bombas nucleares: el cohete ruso Dnepr. Esto me hace pensar que mirar hacia las estrellas sí puede movernos a hacer cosas más allá de lo ordinario, de superar nuestras limitaciones y, como en este caso particular, trabajar para hacer realidad lo que no aún no hemos visto pero que la pasión y la intuición nos gritan que es posible.
          Todavía recuerdo que al final de mi infancia me llevaron al médico y me diagnosticaron una miopía aterradora, que aplastó como a una cucaracha mi sueño de ser piloto de naves espaciales. Pero gracias a ese diagnóstico fue que me recetaron las gafas culo-de-botella que me permitieron ver por fin lo que todos los demás veían. Alcé la vista hacia el cielo nocturno que hasta entonces creía gris oscuro para ver con mis propios ojos un cielo profundamente negro tachonado de las brillantes estrellas de las que siempre había sabido.