Hace poco estaba desatrasando a un amigo de los últimos acontecimientos de mi vida:
...y ando medio desubicado porque mi novia acaba de irse a estudiar a Londres...
¿Cómo así? ¿Por cuánto tiempo?
Pues si ella vuelve, no será antes de un año que es lo que dura su maestría.
... --sacudió la cabeza con cara de ¡perdiste!
¿Y cómo estás tan seguro?
... --se señaló a sí mismo.
¿Te pasó lo mismo?
Claaaaaro. Ella va a cambiar muchísimo en un momentico. Yo llevaba unos seis años con mi novia y ella estaba obsesionada con la idea de irse a Estados Unidos. Sin embargo, logré convencerla de que se fuera para Europa que debía ser más interesante y finalmente le salió el viaje para Londres. Allá estuvo viviendo como seis meses, estudiando inglés y trabajando como mesera en un bar. Nos encontramos en París en el apartamento de una tía suya; el plan era salir de allí a recorrer lo más que pudiéramos de Europa como mochileros y al final del viaje devolvernos ya para Cali. Pero apenas nos vimos empezó la peleadera... ella estaba cambiadísima. Siempre dicen que el que viaja cambia más que el que se queda, pero eso ya era el colmo.
¿Cómo así? ¿En qué había cambiado?
Pues yo iba a lo que iba (prácticamente ya me estaba poniendo el condón) cuando ella empezó a decirme que estaba confundida, que no sabía qué hacer conmigo, que verme era como volver a su pasado, etc., etc., etc. El caso es que no estaba segura de querer seguir conmigo a pesar de lo que habíamos pasado juntos y de los planes que teníamos.
¿Y qué le dijiste?
Pues me emputé. Me fui poniendo rojo y le grité que no había gastado todos mis ahorros, empeñado hasta la camisa y atravesado medio planeta para ir detrás de ella como para que me saliera con semejante chorro de babas. Ahí mismo decidí que si con ella no iba a haber re-encuentro, yo no iba a perder el viaje y opté por seguir con mis planes de conocer Europa, con o sin ella. Al otro día me lavé la cara, agarré mi morral y salí a conocer París (y ella salió conmigo). Para comer comprabamos pan francés, la mortadela más barata, queso y una caja de vino para estirar lo más posible el presupuesto. Hicimos más o menos lo mismo en todas las ciudades por las que pasamos pero anduvimos juntos casi a regañadientes. Al final nos devolvimos para Cali pero cuando llegamos cada uno pegó para su casa y no volvimos a hablarnos. Prácticamente, terminamos. Para colmo, las pocas veces que volvimos a hablar en lugar de pensar en volver (a nuestro noviazgo), lo que le notaba eran ganas pero de devolverse para Londres, que estaba superaburrida acá a pesar de tenerlo "todo".
Confieso que a medida que el relato iba avanzando se me iba formando un nudo en la garganta. Por supuesto que yo sabía que algo como lo que le pasó a él podría pasarme a mí, pero escuchar un testimonio así en primera persona hace que más real lo que antes me parecía una lejana probabilidad estadística.
Después del choque inicial, pasé a la etapa de negación. Le pregunté a mi amigo detalles buscando desesperadamente algo que diferenciara su caso del mio, y afortunadamente encontré una ramita a la cual agarrarme en el borde del despeñadero. Después de todo, su novia nunca había sido independiente antes de viajar a Londres, por lo que vivir en su propio espacio, haciéndose cargo de sus propias decisiones y sin compromisos en una ciudad con una variadísima oferta cultural y agitada vida nocturna (todo junto) tal vez fue demasiado para ella. Prácticamente había renacido a una nueva vida donde literalmente el mundo se había abierto ante sus ojos. Claro, con razón ver a mi amigo le recordó el pasado del que quería huir (dependencia de los padres, trabajo estable pero aburrido, una ciudad que desde fuera se percibe aún más provinciana, una relación sentimental de muchos años que no evolucionaba).
Por el contrario, creo que una sabia decisión de nuestra parte fue acordar con mi novia que antes de avanzar a otro nivel en nuestra relación cada uno se diera un año para vivir independientemente. De esta forma, cuando se concretó el viaje a Londres cada uno había vivido la experiencia de jugar a ser adulto: ser independiente económicamente (con todas las angustias, satisfacciones y altibajos que implica), de establecer las prioridades de cada uno y turnarnos los apartamento para dormir juntos sin despertar suspicacias en nuestros padres. Por eso pienso que el impacto en nuestra relación puede no ser tan grande con en la de mi amigo. Pura negación asistida por mi alcahueta mente racional.
Después, pasé a la etapa de protesta, a recriminarme por cosas que hice y que de dejé de hacer. Específicamente recordé que aunque terminamos y volvimos antes del viaje, mi posición "oficial" como novio no tenía más sustento que una vaga promesa de re-encontrarnos un año más tarde (allá, por supuesto). Sin embargo, entre la despedida y el re-encuento había un año de mutuas "vacaciones" en que cualquier baboso con acento británico y un fugaz parecido con Ewan McGregor tendría más posibilidades de rumbearse a "mi novia" que yo mismo. En resumen, fuera de la vaga esperanza de que después de haber conocido lo bueno (léase su relación conmigo) difícilmente se contentaría con menos, nada garantizaba que me esperara porque yo no había propiciado compromiso alguno (¡Tonto, tonto, tonto!). Para colmo de males, ella no se va a devolver a menos que la echen o que cumpla su propósito de trabajar y estudiar allá por varios años.
Finalmente, decidí aprender de la experiencia de mi amigo y pensar en un plan B. El vago propósito de ir a Londres dentro de un año no podía tener como única motivación saber si todavía tenía una novia esperándome para continuar nuestra relación. Me dí cuenta de que, independientemente de que congeniáramos al volver a vernos, mi viaje debía tener un propósito propio. De esta forma, si nos re-encontramos hago moñona, pero si no, al menos no voy a sentir que perdí el viaje. Por esta razón es que estoy buscando desde ahora algún posgrado allá que pueda estudiar mientras comparto mi estancia con la persona que espero volver a encontrar.
¿Quién sabe? Después de todo, tal vez la experiencia de mi amigo tenga final feliz indirectamente a través mío.