En esta entrada Juan Fernando Zuluaga reseña las motivaciones humanas según Linus Torvalds y se pregunta cuál sería la motivación humana para hacer la guerra.
Pues creo que la explicación de Torvalds se queda corta. Tal vez el driagrama de Venn describa las motivaciones de una persona normal, pero recordemos que quienes deciden ir a la guerra no son personas del común. Tipos como Napoleón, Hitler, Uribe, Mao, Chávez, Bush, Castro, Escobar han sido seres extraordinarios con egos desmedidos, pero también con una capacidad de trabajo, carisma y ambición que se sale de toda proporción. Y estos atributos son indispensables para llevar a un ejército a la batalla porque una persona solita, por peliona o fuerte que sea, no puede hacer una guerra que dure meses o años.
Como avezado jugador de Age of Empires, Civilizacion, Rise of Nations, Risk e Imperial, puedo decir que el orgullo y la ambición importan más que las razones económicas o estratégicas a la hora de decidir lanzar una bomba atómica o enviar a una muerte segura a batallones enteros. Si ese es el caso conmigo que soy alguien del montón sin un ego o una ambición desmedidos, ¿se imaginan cómo sería semejante poder en manos de algunos de los personajes antes mencionados?
Yo le apostaría a que el ritual de agresión (íntimamente ligado al sexo) es uno de los instintos primarios responsable de que apoyemos una guerra que se nos haya vendido bien (que justificaría lo del entretenimiento). Sin embargo, en cuanto amenace nuestra supervivencia (que nos toque arriesgar la vida en el campo de batalla) o nuestro bolsillo se vea afectado (impuesto de seguridad, inflación o desabastecimiento como pasa en Venezuela y Cuba) nos echamos para atrás. A los gringos les pasó con Vietnam o Irak: mientras fuera algo por allá lejos donde hubiera una victoria rápida y sin muchos costos, qué dicha. Pero cuando empezaron a llegar aviones cargados de soldados gringos muertos en bolsas negras ya no les pareció tan chévere y empezaron a protestar.
En resumen, se necesita de uno de estos personajes extraordinarios para que vayamos en contra de nuestras motivaciones y de toda lógica para iniciar y/o mantener una guerra.
Pues creo que la explicación de Torvalds se queda corta. Tal vez el driagrama de Venn describa las motivaciones de una persona normal, pero recordemos que quienes deciden ir a la guerra no son personas del común. Tipos como Napoleón, Hitler, Uribe, Mao, Chávez, Bush, Castro, Escobar han sido seres extraordinarios con egos desmedidos, pero también con una capacidad de trabajo, carisma y ambición que se sale de toda proporción. Y estos atributos son indispensables para llevar a un ejército a la batalla porque una persona solita, por peliona o fuerte que sea, no puede hacer una guerra que dure meses o años.
Como avezado jugador de Age of Empires, Civilizacion, Rise of Nations, Risk e Imperial, puedo decir que el orgullo y la ambición importan más que las razones económicas o estratégicas a la hora de decidir lanzar una bomba atómica o enviar a una muerte segura a batallones enteros. Si ese es el caso conmigo que soy alguien del montón sin un ego o una ambición desmedidos, ¿se imaginan cómo sería semejante poder en manos de algunos de los personajes antes mencionados?
Yo le apostaría a que el ritual de agresión (íntimamente ligado al sexo) es uno de los instintos primarios responsable de que apoyemos una guerra que se nos haya vendido bien (que justificaría lo del entretenimiento). Sin embargo, en cuanto amenace nuestra supervivencia (que nos toque arriesgar la vida en el campo de batalla) o nuestro bolsillo se vea afectado (impuesto de seguridad, inflación o desabastecimiento como pasa en Venezuela y Cuba) nos echamos para atrás. A los gringos les pasó con Vietnam o Irak: mientras fuera algo por allá lejos donde hubiera una victoria rápida y sin muchos costos, qué dicha. Pero cuando empezaron a llegar aviones cargados de soldados gringos muertos en bolsas negras ya no les pareció tan chévere y empezaron a protestar.
En resumen, se necesita de uno de estos personajes extraordinarios para que vayamos en contra de nuestras motivaciones y de toda lógica para iniciar y/o mantener una guerra.