jueves, 30 de octubre de 2008

Purga en el ejército: ¡gracias Obama!

Casi no lo creo. Por andar entregando un proyecto  me desconecté dos días y me perdí uno de los anuncios más trascendentales que ha hecho el Gobierno Uribe: la purga de 27 oficiales del ejército de todos los rangos por los macabros falsos positivos en diferentes regiones del país. Este anuncio es un claro contraste con la actitud matona y pendenciera con la que este mismo personaje recibió las denuncias de Human Rights Watch sobre su supuesta obstaculización de la justicia, sin siquiera haberlo leído. Me parece muy interesante que este Gobierno haya tenido la entereza de reconocer que estos militares, en el mejor de los casos, son responsables de negligencia y que haya decidido hacerlo tomando medidas drásticas, dando la cara. Eso es lo mejor que se puede hacer para mantener nuestra confianza en unas fuerzas armadas a cuyo sacrificio y dedicación les debemos tanto: punto para Álvaro y para la campaña de Juan Manuel.
            Sin embargo, yo me pregunto si este no sería un caso similar al de Wilson Bueno (alias Isaza), el guerrillero que ayudó a Óscar Tulio Lizcano a volarse de las Farc. Se especula insistentemente que su motivación no fue un sentimiento altruista o de compasión hacia su prisionero, ni siquiera ambición por la jugosísima recompensa o el tratamiento de héroe que le está dando Uribe (con una insistencia por robar cámara y un afán por armar polémica que recuerdan sus mejores cortinas de humo). Yo también me inclino a pensar que este guerrillero la vio negra al sentir en la nuca al Ejército y razonó que tenía más posibilidades de salir vivo con un rehén valioso, perdón, con un liberado, que si esperaba a que lo liquidaran los militares en un intento de rescate o sus propios comandantes ante un segundo golpe como el de la operación Jaque. En otras palabras, el tipo no liberó a Lizcano por convicción sino porque le tocó.
            Creo que pasó igual con el cambio de actitud del Gobierno hacia las denuncias por violaciones a los Derechos Humanos por parte de algunos miembros del Ejército: no se debe a que sinceramente haya cambiado su política de obtener resultados en el corto plazo a cualquier precio, sino a que empezó a sentir la presión de arriba. Efectivamente, la política de seguridad de Uribe es posible gracias a su compadre hacendado George W. Bush, quien lo apoyó con relaciones públicas y recursos (que, a lo bien, necesitamos desesperadamente) en contra de las cejas levantadas de la Unión Europea, las ONG y nuestros propios vecinos. Pero ahora que las encuestas dan como virtual ganador en las elecciones presidenciales gringas a Barack Obama, este apoyo puede no seguir.

A juzgar por lo que dijo el candidato azul sobre el TLC en el último debate, no apoyaría a un gobierno que no incluye suficientes garantías de protección de los derechos laborales en un país como Colombia, donde se asesina a muchos líderes sindicales. Ojo, eso no significa que allá crean que Uribe o sus subalternos estén halando el gatillo, pero sí que no están lo suficientemente motivados para darle prioridad a resolver el problema. Hay quienes piensan que esas muertes son efectos secundarios inevitables de la aplicación de la política de “seguridá democrática”, pero yo me resisto a aceptar que sea así.
            De todos modos, así como pasó con Isaza, prefiero que se haya tomado la decisión correcta a que se haya tomado la incorrecta independientemente de la motivación. Que el Gobierno deje de hacerse el ofendido y a tratar de terroristas a quienes cuestionan sus métodos, ya es un avance gigantesco. Ojalá siga así, independientemente de quién esté apretando las tuercas desde la Casa Blanca.


Caricatura: Daryl Cagle

domingo, 26 de octubre de 2008

Por qué son importantes el rescate de Oscar Tulio Lizcano y el Premio de Ingrid Betancourt

Cuando los envidiosos no hacían otra cosa que ponerse verdes de la rabia ante la postulación al Nobel de Paz para Ingrid Betancourt en lugar de acordarse de los secuestrados que siguen pudriéndose en la selva, llegó la noticia de que el ex senador Oscar Tulio Lizcano se le voló a las Farc.
          Me encanta que este ex secuestrado haya escapado junto con uno de sus captores de las garras de la guerrilla. Obviamente me alegra por él y por su familia porque ya su salud estaba tan golpeada que quién sabe cuánto más hubiera sobrevivido en esas difíciles condiciones. Pero también es interesante la experiencia de Lizcano porque se convierte en un símbolo de resistencia ante la terquedad de las Farc, que quieren imponer su voluntad por encima de cuanta manifestación, marcha y señal de repudio hacemos los ciudadanos (no todos los que tiene cédula, pero sí la mayoría de los que vivimos en las ciudades y tenemos facebook).
          Los símbolos como éste son importantes porque llaman la atención del público sobre la situación del protagonista de la noticia. Si uno se pone a ver, Nelson Mandela no es que hubiera hecho mucho fuera de vivir alojado con todos los gastos pagos durante años en una cárcel Sudafricana. Rigoberta Menchú no logró ningún acuerdo de paz ni detuvo el genocidio del que era víctima la población vulnerable de Centroamérica. Y ni hablar de Al Gore, que no ha bajado ni un grado el calentamiento global ni disminuido ni un gramo la producción de CO2. Y sin embargo les dieron el Premio Nobel de Paz. ¿Por qué? Pues porque darles ese galardón equivale a visibilizar el problema tan tenaz contra el que están luchando los homenajeados, hacer que la gente se interese por el tema y se pregunte por qué ocurre y qué pueden hacer para ayudar a solucionarlo.
          Por eso no sé si reír o llorar por la alegría de mis compatriotas cuando se supo que el Nobel de Paz no se lo iban a dar a Ingrid sino a Martti Ahtisaari. Sin duda Ingrid como cualquier persona junto con sus virtudes tiene también muchos defectos. Sin embargo, sospecho que el único defecto que no le perdonan es que siendo ella tan hábil para manejar las relaciones públicas internacionales, no demuestre un fanatismo ciego hacia Uribe que le ayude a mejorar su imagen en Europa (la de él). Claro, como a nadie con medio dedo de frente se le ocurriría postular a Uribe para el Nobel de Paz, les hubiera parecido el colmo que se lo dieran a Ingrid, que porque “ella no ha hecho nada por la paz”.
          ¿Y? Yo prefiero que a través de reconocimientos como el del Nobel o el del Premio Príncipe de Asturias a la Concordia se haga visible la situación por la que pasó la ex candidata presidencial y la de miles de compatriotas que siguen presos en el monte (tanto los secuestrados como los guerrilleros rasos que preferirían desertar). Y que yo sepa, es la única que en los foros sobre terrorismo como el de la ONU ha hablado con sensatez al pedir que se incluya el diálogo en la estrategia para luchar contra el terrorismo. Y también le ha recordado al mundo que los secuestrados son más que excusas para que Juan Manuel Santos salga en la foto y que los secuestradores son, más que unos hijueputas terroristas irracionales, seres humanos que en su retorcida lógica creen estar haciendo lo correcto. “It is most important to stress that, when we talk about victims of terrorism, we’re talking about human suffering. We are not statistics, we are not numbers, we are people who sufferdijo Ingrid Betancourt ante la ONU en septiembre de 2008.
          Así que entre que le den premios y que no se los den (porque supuestamente “no ha hecho nada”), yo sí prefiero que se los den. A ver si así los que alimentan la guerra desde fuera se ponen a pensar en las muchas vidas que están afectando con sus acciones.


Foto REUTERS

jueves, 16 de octubre de 2008

Contraindicaciones cuando uno está en la mala

Niña Pastori

Muchos que no hemos tenido tendencias suicidas en ocasiones hemos estado tan, pero tan achantados que la idea de acabar nuestra existencia subiendo a un Paparayo 9 recién almorzados o acudiendo a la sala de urgencias de un hospital estatal no suena tan descabellada. Pero quisiera aquí proponer ciertos elementos motivacionales que definitivamente deben mantenerse fuera del alcance si uno está en la mala:


¿Otras contraindicaciones?