Yo suelo burlarme de mis amigas veinteañeras diciendo que la humanidad puede darse por extinta si dependiera de su generación. Las razones van desde que no tienen ni idea de cómo preparar la trilogía de supervivencia que todo soltero debe conocer (huevos revueltos, arroz y espaguetis con atún), hasta que no pueden bailar más de dos horas sin descansar (su estado físico da lástima).
Sin embargo, me parece que quienes los critican diciendo que son una generación perdida tal vez exageran. Dicen que son peligrosamente ignorantes porque no leen, pero yo apostaría a que leen más que la generación inmediatamente anterior (la de la guayaba), en la cual fuimos ahí sí embrutecidos a punta de miles de horas de televisión. Es más, me asombra que no haya por ahí más de una empresa de algún treintañero llamada Los Gemelos Fantásticos o Capitán Centella (aunque sé de un bar en Bogotá llamado “Sayaka” como la novia de Kouji Kabuto, piloto de Mazinger-Z ). Bueno, decía que leen más que nosotros (mucho más). Ahora los veinteañeros se la pasan chateando, feizbukiando, tuiteando, blogeando (y lo sé porque me la paso chateando, feizbukiando, tuiteando y blogeando con puros veinteañeros), es decir, que no sólo leen más de lo que nosotros ‘los guayaba’ lo hicimos, sino que además escriben muchísimo más. El punto a discutir sería qué demonios es lo que leen y escriben.
Creo que toda generación siempre se queja de la que le sigue porque no hace lo que ellos hacían, pero es que las condiciones cambian y los que van llegando ya no tienen las mismas opciones ni intereses que antes. ¿Pero qué podemos esperar si lo que siempre se les enseñó fue a buscar soluciones inmediatas a problemas de corto plazo? Obviamente buscan lo que les proporcione una gratificación inmediata y prefieren algo no tan bacano con tal de no esperar. Esa es una de las razones por las que prefieren la comida chatarra a algo más elaborado (incluso cuando la chatarra es más cara) por la impaciencia. También que prefieran relaciones relámpago de un par de semanas en lugar de esperar la gratificación de una relación más plena construida durante meses o años, simplemente porque les da mamera esperar taaaaaanto. Y por eso votan por el que promete resolver mágicamente en un par de años un problema que lleva más de 50 (y le creen).
Para mí, el verdadero problema está en que los veinteañeros (y los que vienen detrás de ellos) no tienen una conciencia histórica ni de los procesos. Como llevan tan poco tiempo en el terreno de juego, todavía no saber por qué pasan las cosas, y pues es natural que caigan en las promesas de los comerciantes y candidatos. Por eso el mesías de turno es aclamado por los ingenuos que no tienen memoria de cuán cuestionado fue ese mismo personaje en el pasado y no tienen cómo relacionar que las medidas de corto plazo que parecen tan urgentes hoy pueden tener consecuencias no deseadas (e incluso más graves que el problema que pretenden resolver) a largo plazo. Y bueno, uno esperaría que con el tiempo los jóvenes fueran aprendiendo que no todo lo que brilla es oro y que nada es para siempre.
Lo verdaderamente escandaloso es que todavía haya cuchos de 40 y 50 años que son tan ingenuos para creer que la vida es en blanco y negro y que el mundo se divide en buenos y malos. Y según eso, la perdida no es esta nueva generación sino varias hacia atrás.
lunes, 14 de abril de 2008
La generación perdida
Suscribirse a:
Entradas (Atom)