En un blog de El Tiempo se preguntaban qué tan legal o ilegal es descargar música de Internet. Pues en mi opinión, sea o no legal, mientras la gente tenga que pagar más de $38.000 por un trabajo de 12 pistas de las cuales sólo le llaman la atención dos, se seguirá sintiendo tentada a usar la descarga.
Con toda razón, los artistas y sus representantes dicen que al descargar gratis estas canciones se perjudica al artista (y al ingeniero de sonido, y al productor, etc.) porque no perciben un pago por su trabajo. Sin embargo, también hay que recordarles que sus clientes son los que pagan por cada CD. Mientras éstos sigan siendo impagables, pues sólo los más pudientes van a contribuir.
Una de las razones para mantener tan altos los precios, según las disqueras, son los costos de producción y distribución. OK. Sin embargo, estos costos están asociados a la forma como ellos han llegado tradicionalmente al mercado:
- Contratan a los artistas para que produzcan 10 o más canciones que se puedan empaquetar en un trabajo. Por esa labor hay que pagarles.
- El trabajo lo imprimen en discos, que como todo proceso industrial requiere energía, equipos, materia prima, operarios: más costos.
- Por cada trabajo hay que hacer lanzamientos, promociones, visitas a las emisoras, giras de promoción del artista, cuyos costos salen del bolsillo de las disqueras.
- Finalmente distribuyen los discos en las tiendas. Cada discotienda tiene costos que esperan recuperar con las ventas además de sus ganancias. Esta plata sale de lo que los clientes pagan por cada CD.
Lo que yo propongo es que esta forma única de llegarle tradicionalmente al mercado se complemente con otras formas. Por ejemplo:
- Que los artistas produzcan trabajos de dos o tres canciones y que sean publicados en Internet para su descarga pagada.
- Estas publicaciones pueden acompañarse con lanzamientos como los de los sencillos, no tan costosos ni tan elaborados como los de los álbumes porque serían más frecuentes y no sería el caso de tener que llamar tanto la atención sobre un artista que ha estado un tiempo por fuera del mercado.
- Al no tener que depender físicamente de los discos (el medio de distribución) se ahorran los costos de impresión y transporte.
- Las discotiendas donde la gente compra la música que quiere oir podrían ser portales como iTunes en los que la gente pueda opinar más directamente sobre qué le gusta y qué no, y no indirectamente a través de la compra o no de los trabajos. Es posible que un trabajo no se venda porque es muy costoso, no necesariamente porque no le guste a la gente.
- Las discotiendas tradicionales podrían mantenerse vendiendo CDs de compilaciones de grandes éxitos que los coleccionistas comprarían con gusto. Durante muchos años hemos escuchado canciones de nuestros artistas favoritos en radio, en casetes, o en MP3 que hemos bajado o copiado, pero cuando aparece una edición especial con algún valor agregado (entrevistas, fotos, videos, etc.) que incluye sólo los éxitos, más de uno de anima a comprarlo. Sabe que no está pagando por un disco de una o dos canciones buenas, sino por una compilación de lo que a la gente más le ha gustado. Claro, también estaría la posibilidad de pedir en línea un CD especial con sólo las canciones que yo escoja del artista X, y aunque me salga más caro que el disco producido en serie, como coleccionista podría estar dispuesto a pagar por el valor agregado de semejante nivel de personalización. Otra oportunidad de negocio para las discotiendas tradicionales.
En conclusión, cambiando el esquema de distribución, el valor a pagar por canción necesariamente tiene que bajar. Si antes pagaba $40.000 por un disco de 10 canciones donde las que me gustan son dos, cada canción me sale a $20.000. Si por el contrario las puedo comprar en línea al detal, en teoría me saldrían a $4.000. Si hay gente que paga casi $4.000 por una canción para sonar en su celular como un timbre polifónico, ¿no pagarían $3.000 por escucharla en cualquier parte?
Los verdaderos melómanos suelen tener un presupuesto mensual para comprar música. Si a la mayoría sólo le alcanza para un CD al mes, lo piensa muy bien antes de arriesgarse. Pero si ese mismo presupuesto lo puede repartir entre varios trabajos de varios artistas, posiblemente gaste más y quede más satisfecho con lo que obtiene. Mejor dicho, relación ganar-ganar por dónde se lo mire. ¿Será que la avaricia y la falta de imaginación de las disqueras durará para siempre? Mientras tanto, creo que su actitud es la que alimenta con verdadero entusiasmo la monstruo de la piratería que los atormenta.