Una ex novia solía decirme que yo tenía dificultad para asumir riesgos. Aunque siempre me pareció una queja exagerada, ahora ya he despejado cualquier duda que alguien pudiera albergar al respecto.
Ayer puse en peligro mi propia vida contra todas las advertencias que la ciencia y años de civilización me hacían con dedo acusador. Fui más allá de la fría racionalidad y me dejé llevar por el impulso salvaje, irracional. Ríos de adrenalina arremetieron impetuosamente por mis venas y los millones de años de evolución reflejados en mi cerebro fueron el escenario de una batalla titánica entre la lógica y la pasión. Si fuera vikingo diría que me he ganado un lugar en el Valhalla; si fuera Klingon ya tendría un pie puesto en el StoVoKor donde mis antepasados observaron orgullosos cómo reuní el valor para asumir el riesgo.
Ya veo venir, estoy seguro, a la banda de Death Metal Stovokor con canciones épicas y gestas heroicas escritas en mi nombre por haber tomado el riesgo, mirado con desprecio la advertencia que se interponía entre mis ansias y el objeto de mi deseo. Sólo espero que mis acciones no inspiren a otros a hacer o mismo; no podría vivir con el cargo de conciencia si algo malo llegara a pasarles por imitarme y no salir tan bien librados. Lo cierto es que después de lo que pasé, ya el temor no anida en mi corazón. Pero es que no podía permitir que una fecha de vencimiento de antier se interpusiera entre la arepa con queso del desayuno y la mantequilla que la haría inolvidable.
martes, 20 de febrero de 2007
El riesgo insensato que asumí
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